Y, sin embargo, se mueve
Lo que revela el triunfo de Mamdani

Quizá no se equivoca Ross Douthat, articulista del New York Times, escéptico de la eficacia predictiva de los resultados electorales del pasado martes respecto a las presidenciales estadounidenses de 2028. Su juicio, centrado en la elección de Zohran Mamdani a la alcaldía de Nueva York, es casi lapidario: históricamente, el cargo «ha tendido a ser un trampolín político hacia ninguna parte».
Relativiza de este modo el valor factual, pero también simbólico, de una elección que otros presentan como revulsiva de la herrumbrosa maquinaria demócrata y como propulsora de un liderazgo nacional progresista que desplace a un Partido Republicano rendido a la mudable y autoritaria voluntad de Trump.
Nueva York, Nueva Jersey y Virginia han sido tradicionalmente demócratas. Es lógico inferir que el partidarismo jugó un papel decisivo en el triunfo de los candidatos de esta adscripción política frente a sus opositores republicanos, pero la mudanza y masividad del voto envía un segundo mensaje: la gente comienza a cansarse del estilo polarizador trumpista y de la falta de resultados que mejoren la economía. Esto explica que grupos significativos de votantes por Trump ahora se inclinaran por los demócratas.
En las presidenciales del 2024, en estos tres estados la ventaja demócrata se redujo significativamente respecto al 2020. En Nueva York, el descenso fue de seis puntos porcentuales; en Nueva Jersey, de casi cinco, y en Virginia, el electorado cambió de bando, dándole la victoria a Trump sobre Kamala Harris por cerca de cuatro puntos.
El martes, las diferencias favorables fueron contundentes. En Virginia, Abigail Spanberger, ganó la gobernación a la republicana Winsome Earle-Sear por 15.2 puntos; en Nueva Jersey, Mikie Sherrill sacó 14 puntos de ventaja sobre Jack Ciattarelli, y en Nueva York, donde se jugó la alcaldía, Zohran Mamdani se distanció 8.8 puntos de Andrew Cuomo, exdemócrata apoyado por Wall Street y seis días antes por Trump, y por 43.3 puntos del republicano Curtis Sliwa.
Varios analistas han destacado la disimilitud en el discurso y propuestas políticas de los triunfadores. Mientras Mamdani se declara abiertamente socialista democrático y enarbola propósitos que asustan al capital, sobre todo financiero e inmobiliario, Spanberger y Sherrill optaron por alejarse de la desbordada beligerancia de Trump, pero sin sobrepasar límites.
El de Mamdani es el indicador más relevante de los tres. Acosado por las élites del dinero, que apostaron sin reservas a Cuomo, tiene en su agenda prioritaria gravar las grandes fortunas para la financiación de planes sociales que incluyen la congelación de los alquileres –cuyo aumento es el pivote de la gentrificación que desplaza a los pobres a las periferias urbanas–, transporte público y cuidado infantil gratuitos, mejoría salarial, seguridad y respeto a los derechos fundamentales.
Populismo woke que ya satura y fuerza a retomar los caminos de la libertad absoluta del mercado promotora del «progreso», apuntarán quienes, gozosos, ven en la ola derechista la derrota de un reclamo de justicia social que amenaza los excesivos privilegios de las élites. La realidad habla otro lenguaje: el de una población, la estadounidense, que, hasta este martes, lucía abatida por el tsunami de un ejercicio del poder cuya crueldad sin límites degrada sus vidas, pero que no está dispuesta a continuar permitiéndolo.

Clotilde Parra
Clotilde Parra