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Un progreso inhumano

Cuando el "progreso" urbanístico significa desalojo y abuso

Sin proponérselo de manera consciente, y con toda seguridad ajena a la larga y no siempre apacible historia filosófica, sociológica y política del concepto "progreso", Jessica Paola Soto Hernández puso el dedo sobre la llaga de una de las flagrantes contradicciones de la modernidad: el avance material de las sociedades que prescinde de las personas como sujetos.

Sin estridencias, pese a las tensiones, dejó sentada la premisa de la que parte la protesta por el desalojo abusivo de las familias residentes en el barrio Cuba, de Arroyo Hondo II: no se oponen al progreso, pero este debe ir acompañado de humanidad, soluciones y trato digno.

Hija de la Ilustración, la idea de progreso, convertida en categoría de análisis social, es el constructo ideológico de una sociedad, la europea, donde los avances científicos y técnicos precipitaron reacondicionamientos que cambiaron su faz.  Progresiones que dan forma a una concepción, convertida hasta hoy en hegemónica, según la cual la humanidad avanzaría, sin retrocesos previsibles, hacia un futuro mejor para todos.

La realidad del mundo dista años luz de esta promesa. Con diferentes nombres, encapsulado en visiones y propuestas de muy diferentes y marcados signos, el progreso no ha perdido su función de tótem. Lo que sí ha perdido es su pátina de fomentador del bienestar colectivo. Las crecientes desigualdades sociales en el mundo, que deja en manos del uno por ciento más rico el sesenta y tres por ciento de la riqueza, conviven con los vertiginosos adelantos científicos y tecnológicos y la expansión del capital empresarial.  En el otro extremo, la mitad más pobre alcanza apenas al cinco por ciento de la riqueza. 

Pero siglos de prédica política e ideológica no pasan en vano. Para el común de nosotros, el progreso está disociado de una distribución de la riqueza que asegure el disfrute de los bienes materiales y culturales que configuran una vida digna. Lejos de una interpretación que cambie los términos del relato, nos hacemos cargo de él y terminamos convirtiéndolo en referencia de lo deseable pese a su naturaleza excluyente.

 Progreso es "modernidad" entendida restrictivamente, en este y casos similares, como la intervención pura y simple del espacio urbano. La ampliación de la Avenida de Colombia, que antes pretendió morder el Jardín Botánico y terminó mordiendo el cuerpo osteoporótico de la pobreza, es interpretada como un paso hacia adelante, aunque no se tenga claro hacia dónde. 

Quizá por eso, la amenaza de desalojar el barrio Cuba que pendía desde hace meses sobre la cabeza de sus habitantes, no provocó cadenas humanas de solidaridad, como sí lo hizo la defensa ecologista del Botánico. Ni ha encontrado eco, más allá de su efímera reproducción en los medios, esa otra parte de la declaración de Jessica Paola Soto Hernández: la que reclamaba soluciones, no abusos, respeto a su integridad y a no ser tratados como delincuentes.

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Aspirante a opinadora, con más miedo que vergüenza.