El arte de oponerse a absolutamente todo
A veces solo hay que hacer las cosas
Los dominicanos somos seres muy peculiares, pues queremos parecernos a los países del primer mundo pero no lo sacrificios, ni la disciplina, que conllevan serlo.
Solo hay que tomar unos ejemplos interesantes.
Cuando en la década de los 1970 el entonces presidente Joaquín Balaguer comenzó la construcción de la avenida 27 de febrero, encontró la repulsa de los ciudadanos.
Algo parecido sucedió, cuando un grupo promovió el levantamiento del Centro Olímpico Juan Pablo Duarte, para los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 1974.
¿Recuerda usted qué pasó cuando en el primer gobierno de Leonel Fernández entre 1996 y el 2000 comenzó la construcción de los túneles y pasos a desnivel en las diferentes intersecciones de la misma avenida 27 de febrero? Sí, así es, también hubo revueltas.
Y para los Juegos Panamericanos del 2003 también hubo campañas en contra del evento.
Nuestra idiosincrasia es, precisamente, encontrar que todo está mal, no importa lo que sea.
¿Podría ser manejable la ciudad o el país sin elevados, sin Metro y sin nada solo por no irritar la epidermis de los ultra sensibles?
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