Crónica de una muerte anunciada
De alianzas público privadas y demás
De la misma manera en que Santiago Nasar le dijo a la niña Wene que lo habían matado, en la obra de 1981 que le mereció un premio Nobel de la Literatura en 1982 a Gabriel García Márquez, así mismo se preveía lo que sucedería con la designación de Carlos Pimentel como director de Alianzas Público-Privadas para llevarla simultáneamente con su cargo de director general de Contrataciones Públicas.
No importó que el propio consultor jurídico del Poder Ejecutivo advirtiera de los conflictos de interés que se generarían o que se filtrara la comunicación que Antoliano Peralta envió tanto al mandatario Luis Abinader, como al propio Pimentel.
Ayer Pimentel presentó su renuncia al puesto en las alianzas público-privadas, para tratar de evitar más escarnio público al Gobierno, que no escuchó a sus propios asesores en este tema.
Tal como sucedió con la reforma fiscal, que tuvo que ser retirada, ahora toca pensar mejor el paso a seguir.
Y de paso, en vez de aprovechar el logro de reformar la Constitución para evitar que alguien quiera perpetuarse en el poder, hoy el Ejecutivo tiene que pensar en cómo corregir el fallo que pudo haberse evitado haciendo caso a los abogados.
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