Pedir perdón no frena las demandas
Los daños causados deben resarcirse
En el mundo del libertinaje, emitir comentarios para destruir la moral o la imagen de otra persona se ha vuelto tan común como levantarse todos los días para ir a trabajar.
Mecanismos de extorsión, muchas veces, para personas con alguna cola que le pisen y para otras que entienden que un pago para evitar esos ruidos, aún a sabiendas de que las acusaciones son mentiras, es más fácil que dejar sonar la gallareta.
Pero cuando encuentran a alguien que sí le da valor a su reputación y pone a correr los mecanismos legales correspondientes, el difamador entiende que con una simple disculpa y decir que se retracta ya el problema está resuelto.
Y eso no es cierto. Es harto conocido que el sistema judicial es complejo e incómodo.
Que el juego de los reenvíos puede hacer claudicar hasta al más decidido de todos.
Y, muchas veces, los propios fiscales desincentivan al querellante a seguir su proceso, una vez que la parte demandada "pide perdón".
Pero esas disculpas, solo de la boca para afuera, no reparan el daño originalmente generado, ni tampoco sirven como mecanismo legal para frenar una demanda, que debería llegar a sus últimas consecuencias.