El arte de oponerse... por oponerse
Ser incrédulo, parte de nuestra idiosincrasia
Desde que la era era era, en la República Dominicana hemos sido expertos en oponernos a prácticamente todos los proyectos que se presentan, ya sea del sector público o del privado.
Los mayorcitos recordamos las protestas por los desalojos para ampliar lo que hoy conocemos como la avenida 27 de febrero.
Pero también cuando se tomó la decisión de levantar el Centro Olímpico Juan Pablo Duarte en parte de los terrenos donde antes se encontraba el aeropuerto General Andrews a finales de la década de los 1970.
¿Y los túneles y elevados? Nadie los quería e incluso un expresidente dijo que los llenaría de tierra para sembrar yuca si regresaba a la silla presidencial. ¿Verdad que sí, don Hipólito?
Los Juegos Panamericanos del 2003 contaron con la misma dosis de negatividad y ni hablar del Metro de Santo Domingo.
¿Se imaginarían ustedes qué sería hoy de la capital dominicana sin esas obras?
En la última semana nos opusimos a los trabajos de ampliación de la avenida República Colombia porque tocaría el Jardín Botánico, pero resulta que no lo iba a tocar. Quizás debemos pensar antes de actuar.