La naturaleza que exterminamos
De santuario a desierto, la devastación del fondo marino en El Astillero
Es triste asistir, casi en silencio, a la desaparición de un paisaje que fue sinónimo de vida. El Astillero, en la costa norte de Samaná, guardaba hasta hace poco un tesoro marino: praderas de Thalassia y Syringodium que danzaban bajo el agua, sirviendo de refugio a manatíes, rayas y tortugas. Allí, el mar respiraba limpio y el manglar se alzaba como un centinela verde.
Hoy, la escena es otra. El 6 de agosto, técnicos de Fundemar hallaron claros desnudos en el fondo marino, sedimentos que enturbian las aguas y un manglar ya muerto desde 2023, cuya ausencia deja un vacío no solo físico, sino también espiritual. Ahora tenemos un ecosistema herido de muerte.
Entre Portillo y El Limón, donde antes se celebraba la abundancia natural, ahora se percibe el retroceso silencioso de un equilibrio roto. Cada parche perdido de pradera es una página arrancada de la memoria del mar.
Lo que se degrada aquí es un hábitat y, lamentablemente, un capítulo de nuestra identidad costera, un recordatorio de que la naturaleza no espera eternamente. El Astillero, que fue postal viva de la biodiversidad dominicana, se nos escapa entre las manos como arena fina, mientras el mar guarda, con tristeza, lo que alguna vez fue suyo.