Mejor que el pueblo legisle
Participación directa contra el clientelismo
Los proyectos que permitirían al ciudadano común acercarse al corazón del poder legislativo no han sido descartados: siguen ahí, vigentes, pero pendientes de conocimiento. De aprobarse, otorgarían la facultad de proponer, debatir y decidir leyes de manera más directa, rompiendo el monopolio de los votos tras bambalinas, de los acuerdos oscuros y del clientelismo que tanto nos pesan como país.
Sí, existe el riesgo de que surjan iniciativas absurdas o fuera de lugar: ¿una ley para que todos los ciudadanos tengan un unicornio?, podrían bromear algunos. Pero, ¿qué es eso frente al espectáculo deprimente que ofrece el Congreso dominicano hoy, plagado de riferos y personajes con pasado judicial?
Ignorar esos proyectos es un error de visión democrática. No podemos permitir que el miedo a lo descabellado sea la excusa para mantener intacta una estructura fallida. El verdadero problema no proviene de leyes locas, sino de leyes negociadas en salas oscuras por quienes no nos representan, de promesas incumplidas y del tráfico constante de influencias.
Dar curso a esas iniciativas es imperativo. Que el ciudadano no solo elija cada cuatro años, sino que participe mientras se cocinan las normas que rigen su vida. Ese riesgo, al menos, es más noble que seguir tolerando un Congreso institucionalmente destartalado.