La palabra y el gesto
La reunión del papa y el rey Carlos III
Cinco siglos después de que Enrique VIII rompiera con Roma por un matrimonio imposible, su descendiente Carlos III ha rezado junto a un papa bajo los frescos del Juicio Final. Herejía no, reconciliación. Dogma no, humanidad. Es la palabra vuelta a su sitio, como puente y no como trinchera.
El oficio celebrado en la Capilla Sixtina y presidido por León XIV devolvió al mundo una imagen que parecía reservada a los sueños. Dos credos que durante quinientos años se miraron con desconfianza compartieron una misma plegaria. La escena, más que un símbolo religioso, es una lección civilizatoria en tiempos en que los credos políticos y culturales vuelven a dividirnos con un fervor que ya no necesita de dioses.
El papa y el rey rezaron por la naturaleza, pero también por el hombre. Por su capacidad de tender la mano, de dialogar sin renunciar a su identidad, de reconocer en el otro una parte de sí mismo. En un mundo saturado de gritos y certezas, su oración conjunta recuerda que el diálogo es la más alta forma de inteligencia y la más humana de las virtudes. Quizá la historia, que tantas veces separa, empiece de nuevo a reunir. Comencemos con una oración por nosotros mismos.
