Los delincuentes se han acobardado
Los delincuentes dominicanos -esa especie que siempre aparecía armada, desafiante y fatalmente imprudente- decidió no atacar más a los hombres de gris
Desde el asesinato de cinco jóvenes en Santiago a manos de agentes policiales, algo prodigioso ocurre en el país: los célebres "intercambios de disparos" se evaporaron como neblina en Jarabacoa al mediodía. De repente, y para asombro de criminólogos, pitonisas y estadísticos, los delincuentes dominicanos -esa especie que siempre aparecía armada, desafiante y fatalmente imprudente- decidió no atacar más a los hombres de gris. Una súbita conversión colectiva. Un milagro táctico. Un Pentecostés balístico.
Habrá que convocar a psicólogos y sociólogos de rigurosa competencia para explicar este fenómeno. ¿Epifanía criminal? ¿Agotamiento de municiones? ¿Temporada de óxido por lluvias persistentes? ¿O un misterioso virus que inhibe el gatillo fácil y fomenta la prudencia frente a la autoridad?
Porque, curiosamente, los supuestos enfrentamientos cesaron justo después de que el escándalo sacudió las columnas del templo policial. Ni un tiro. Ni un roce de bala. Ni un sospechoso que, al "ver a la patrulla", abriera fuego con heroica torpeza. Un silencio tan perfecto que asusta más que el plomo. Bienvenida sea esta tregua.
Tal vez no sea ciencia. Ni psicología. Ni milagro. Quizá, simplemente, quedó sin efecto aquella orden tácita, áspera y expedita que por años resonó en los pasillos y en las calles: "¡Denle p´abajo!"
