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Unas cuantas sentencias (gramaticales) perdieron a la jueza

Del reclamo legítimo al ataque personal

La carta de la jueza de la Suprema Corte de Justicia, Pilar Jiménez, carga reclamos legítimos hacia el Consejo Nacional de la Magistratura (CNM). Señala fallos en la forma en que se evalúa y se decide la permanencia de los jueces, un tema crucial para la independencia judicial y para la transparencia. Hasta ahí, su postura tiene peso y aporta a una discusión necesaria sobre cómo y por qué se elige a quienes imparten justicia en las más altas instancias.

Pero el valor de esas críticas se diluye cuando la jueza cruza una frontera prohibida a un magistrado: la del ataque personal. Su embestida contra el magistrado Napoleón Estévez, antes colega suyo en la Suprema, desborda la línea entre la denuncia institucional y la animadversión individual. Ese giro convierte una observación válida en un acto de revancha que erosiona su propio argumento.

Más preocupante es usar mensajes privados del chat de los magistrados para sostener sus señalamientos. Ese recurso vulnera la confianza interna que sostiene a cualquier órgano colegiado. Un reclamo técnico terminó siendo una torpeza inaceptable, un deficit penoso de inteligencia emocional.

Unas cuantas sentencias, gramaticales, bastaron para que la jueza Jiménez perdiera el litigio moral que intentaba defender.

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