El fenómeno aguilucho
Las Águilas Cibaeñas resurgen y devuelven la emoción a la pelota invernal
Las Águilas Cibaeñas vuelan alto otra vez. Más que un simple repunte deportivo, es una resurrección. Después de una temporada para olvidar, lograron recomponerse con un equipo batallador, disciplinado y con una dirección que parece haber recuperado el pulso fino de las noches grandes. Hay carácter, hay oficio y, sobre todo, decisión. Eso se nota en cada entrada, en cada turno largo, en cada jugada que se pelea como si fuera la última.
La pelota invernal dominicana necesita precisamente esto: competencia real. Durante años, el dominio capitaleño —sobre todo en los momentos decisivos— fue moldeando una sensación de destino escrito. Era saludable para algunos, pero empobrecía la emoción colectiva. Ver hoy a las Águilas presionar, responder y ganar rejuvenece el campeonato y lo devuelve a su esencia: la incertidumbre vibrante.
El béisbol, aquí, es deporte e idioma común. Nos une el batazo bien conectado, el pitcher que mete el ponche clave, la atrapada que parece sacada de una película de domingo. En ese coro de emociones compartidas se reconoce un país que, al menos por nueve entradas, se olvida de diferencias y celebra lo mismo.
Que las Águilas vuelvan a dar pelea es un recordatorio de que nuestra cultura también vive de estos regresos luminosos.
