¿Cuál orden queremos?
La paradoja del civismo: por qué los dominicanos cumplen las reglas fuera, pero no en casa
Desde muy pequeño he oído como una regla no escrita, que los dominicanos nos alineamos con la ley y el orden inmediatamente abordamos un avión y llegamos a tierras extranjeras.
Aquello de usar el cinturón de seguridad o no tirar la basura a la calle es impensable si nos encontramos en una ciudad de los Estados Unidos, pero no hay forma de hacer valer eso mismo en Santo Domingo o cualquier esquina del patio.
La razón es simple: generalmente por estos predios no hay consecuencias ante los hechos o infracciones cometidas y cuando estamos cerca de una sanción, rogamos por un "chanceo".
Este es un problema serio que enfrentamos como sociedad, pues no queremos asumir el costo de lo que cuesta tener orden o hacer las cosas bien.
Aspiramos a que el engranaje funcione sin colaborar de la manera apropiada ni siquiera con lo más básico posible. ¿Cómo lo logramos entonces?
Queremos una ciudad más limpia, pero nos oponemos a pagar la recogida de la basura o a por lo menos tirar los desperdicios en el zafacón.
Queremos mejores calles, avenidas y vías de comunicación, pero rechazamos pagar impuestos de las maneras más groseras posibles.
Queremos orden, pero solo para los demás y no nos importa subir el volumen de las bocinas a todo dar... cuando es nuestra la fiesta.
Queremos oro sin minería, queremos agua sin acueductos, electricidad sin pagarla, cosecha sin siembra y eso no es posible.
Pregúntese usted, que está leyendo esta columna, si los resultados que espera van acorde con el empeño que le está poniendo a lo que hace y si debería hacer algo diferente para conseguir otros resultados.
Solo con un compromiso firme y consistente de hacer las cosas bien podremos llegar a la meta que buscamos. Solo así.