El eslabón caribeño
El homenaje que rescata el legado de los cocolos
El Monumento a los Cocolos, inaugurado por el Ministerio de Relaciones Exteriores, trasciende la piedra y el bronce para convertirse en acto de justicia histórica.
Reconoce la huella profunda que dejaron aquellos inmigrantes antillanos —trabajadores del azúcar, músicos, deportistas, maestros— que, desde finales del siglo XIX, enriquecieron el alma dominicana con su tenacidad y su cultura.
Los cocolos fueron fuerza de trabajo y tejieron una estela de identidad que aún resuena en nuestras calles, en el béisbol, en la música, en las iglesias y en la conciencia social de comunidades enteras. Como señalaron Juan Bosch y Eric Williams, la nuestra es una frontera imperial: ese borde movedizo donde convergen herencias coloniales, luchas compartidas y sueños caribeños. Somos multirraciales, y esa diversidad mutó en una riqueza cultural que nos ha hecho únicos en el mundo.
Esta iniciativa del Mirex, encabezada por el canciller Roberto Álvarez, honra ese mestizaje de luchas y esperanzas. Al tiempo que refuerza nuestros vínculos diplomáticos con el Caribe, fortalece también nuestra memoria colectiva.
Los cocolos son un eslabón esencial en la cadena de nuestra historia. Nos recuerdan que ser dominicano no es una forma única, sino una pluralidad de orígenes que se amalgaman en una sola nación. Celebrarlos es, también, reconocernos como parte viva del Caribe.