Israel y el espejo de Gaza
Gaza no es seguridad nacional: Es castigo colectivo
El pueblo judío, forjado en la adversidad de persecuciones milenarias, debería tener una conciencia más aguda sobre los efectos devastadores del abuso de poder. Haber sobrevivido al Holocausto y a siglos de expulsiones y discriminaciones debería traducirse en una ética de compasión, no en la repetición de la barbarie. Sin embargo, las acciones en Gaza parecen recorrer el camino opuesto: el enclave es reducido a un gueto asfixiado, donde el hambre y la desesperación se utilizan como armas de guerra.
La democracia israelí, que alguna vez fue referente en una región marcada por autoritarismos, se desdibuja cuando el Estado se permite arrasar con vidas civiles, castigar colectivamente y clausurar la dignidad de un pueblo entero. No hay causa legítima que justifique el exterminio por asedio. La seguridad nacional no puede sostenerse sobre el hambre ni sobre la demolición sistemática de toda esperanza.
La tregua parcial anunciada no alcanza para lavar la imagen de un país que, en su afán de autodefensa, parece haber perdido su brújula moral. Si Israel olvida el valor de la vida humana —sin importar de quién se trate—, perderá no solo la admiración del mundo, sino el derecho de proclamarse ejemplo de democracia.