Campanadas de dolor
Un niño de 2 años, la víctima más inocente de la violencia machista
Lo que empezó como una amenaza terminó en tragedia. Melanio López, de 55 años, le advirtió a su expareja: "Si no vuelves conmigo, me mato con el niño". Ella había huido dos días antes de su casa, en Cabrera, buscando refugio ante el maltrato. El pequeño, de apenas dos años, quedó al cuidado de su abuela paterna. No sabía que la sombra de la violencia ya estaba sobre él.
Este crimen atroz es una campanada dolorosa que nos recuerda que la violencia de género y el machismo no son asuntos privados. Son un cáncer que ha hecho metástasis para corroer familias enteras y herir a toda la sociedad. Hay un agresor y una víctima identificados, pero falta más. Se trata de un círculo de dolor que rompe vínculos, destruye infancias y deja cicatrices colectivas.
Cada vez que fallamos en proteger a una mujer y a sus hijos, fracasamos como país. La violencia machista no se detiene con buenas intenciones ni discursos; requiere prevención real, protección efectiva y un rechazo social absoluto.
No basta con lamentar; hay que actuar. Porque mientras continuemos normalizando la posesión, el control y la amenaza como parte de las relaciones, habrá más entierros de vidas que pudieron ser historias de esperanza.