La ciudad y sus barreras
El bastón blanco frente a la ceguera urbana
Santo Domingo sigue siendo una ciudad hostil para las personas con discapacidad. Un reportaje reciente de Diario Libre mostró que recorrer sus calles en una silla de ruedas equivale a librar una batalla diaria. Aceras destrozadas, rampas inexistentes, postes mal ubicados y alcantarillas abiertas convierten lo que debería ser un derecho en una odisea humillante.
La situación no es distinta para los no videntes. El bastón blanco tropieza con piedras, bordillos y basuras, y también con la indiferencia de una sociedad que todavía no entiende que la dignidad comienza por el respeto a los más vulnerables. La ceguera de la ciudad duele más que la de los ojos.
Existe un plan de reconstrucción de aceras. Que quienes lo ejecuten comprendan que no se trata de cemento y varillas sino de un acto de justicia hacia un sector olvidado. Una rampa bien hecha y un cruce libre de obstáculos pueden significar libertad para muchos.
Una ciudad accesible no es concesión ni lujo. Es la medida de nuestra humanidad. Santo Domingo tiene la oportunidad de corregir una deuda demasiado larga. No lo hagamos solo por quienes hoy la padecen. Hagámoslo porque el destino de cualquiera puede depender algún día de una acera sin barreras.