Familias de luto
Tres adolescentes mueren y cinco resultan heridos en accidente de tránsito
Cuando los menores terminan envueltos en accidentes de tránsito, la pregunta inevitable es a quién culpar. El drama de Santiago, con tres adolescentes muertos y cinco hospitalizados tras estrellarse en la avenida Hispanoamericana, no puede despacharse como una simple desgracia. La responsabilidad se comparte entre quienes deberían velar por la seguridad y la conciencia social que permite que ocho muchachos anden de madrugada en una yipeta, sin control y a gran velocidad.
Las cifras del Observatorio Permanente de Seguridad Vial son contundentes: el 42 % de las víctimas en Santiago son menores de 30 años y los hombres llevan la peor parte. El dato se repite como un eco en cada tragedia. Y mientras tanto, los padres lloran en funerarias y cementerios, sin palabras para explicar por qué la vida se les fue en un instante.
La Dirección General de Seguridad de Tránsito investiga, pero la respuesta trasciende un expediente. Hay un Estado que no regula, familias que no supervisan y una sociedad que normaliza la imprudencia como parte del crecimiento. La muerte no debería ser iniciación ni rito juvenil. Mientras se sigan encendiendo velas en los velatorios de menores, la culpa no será de un solo responsable, sino de todos.