El baboso
El fenómeno del "baboso" en la cultura caribeña, más que solo hablar demasiado
En el español caribeño se entiende como babosa la persona que habla de forma compulsiva y banal. De hecho, el Diccionario del español dominicano (Fundación Guzmán Ariza-Academia Dominicana de la Lengua, Santo Domingo, 2013) la define como quien "habla mucho y sin sustancia o de manera empalagosa".
Sin embargo, hoy, su semántica social se ha estirado y en la cultura urbana se asocia a un sujeto igualmente presuntuoso, indiscreto e inoportuno. Esos atributos no siempre concurren en una sola persona; sin embargo, hay trastornos episódicos, como la embriaguez, que desatan una mixtura temporal de algunos o de todos. El borracho no solo habla ociosamente; en su delirio declara, sin nadie pedírselo, todo lo que sabe o cree tener.
El baboso es generalmente un constructo del entorno familiar y laboral; otras veces resulta de una calificación no siempre merecida que le dan los prejuicios culturales a un individuo. Así, hay personas equilibradas que devienen en babosos por imputación social. Es el caso del empresario quebrado. Tal condición es inaceptable porque en el imaginario colectivo el éxito es un estatus tan apetecido como admirado. El fracaso lleva implícita la idea de la desgracia. Mientras la bonanza existe, todo se aplaude; las imprudencias resultan simpáticas y los chistes más hoscos son celebrados; sin embargo, el quebrado es repelido de forma casi concertada en todos los ambientes. Cuando habla, molesta, y, ante sus peroratas, los contertulios suelen tragar un mudo reclamo: "¡cállate, baboso!". En igual categoría cabe el funcionario público a quien, mientras lo es, hay que loarle sus babosadas, privilegio vigente hasta el decreto de destitución, cuando el concernido pasa a ser un disolvente o "rompe grupos" natural. Y es que no hay posición más azarosa en la vida de un político que ser un "ex". Ni la mujer lo soporta.
Dentro de las categorías híbridas del baboso se cuenta "el comemierda", que según el Diccionario del español dominicano es "una persona arrogante y jactanciosa". Este espécimen concilia dos caracteres del baboso: la ostentación y la locuacidad. El comemierda suele presumir de lo que es, tiene o sabe.
Se reconocen dos tipos de comemierdas. El primero, es el plástico, tipejo que cree que no tiene ni es nada si no lo ostenta. Es un exquisito lisonjero que presume ser amigo de los grandes, a quienes tutea en ausencia. Penetra como el agua a los ambientes sociales para acreditar una estirpe tan fantasiosa como negada. Es dependiente sicótico de las cámaras y pasarelas, por eso asiste a donde lo inviten o no para agregarse a las personalidades de relieve y aparecer en la crónica social como una más. Aprende a jugar golf y otras aficiones nobles; suele ser un curtido enólogo. Su proyección social lo domina hasta consumirlo; por eso, además de los clubes sociales, busca con afán pertenecer a las directivas de todas las asociaciones como forma de ganar admiración. Con su outfit no transige y ni hablar de sus vehículos de alta gama: los exhibe, aunque el préstamo del apartamento reporte tres cuotas en atraso. Se le ve en los ambientes más excitantes detrás de las hijas de los dones. En un país de fenotipo ordinario, es un galante físicamente agraciado, pero de escasas luces, que se ufana de ser el médico, el arquitecto o el abogado de don fulano o de tal grupo corporativo.
El otro es el sabelotodo. Un esperpento que presume saber más que nadie. No tiene especialidades; su erudición lo lleva a opinar con propiedad de cualquier tema. No discrimina medios ni espacio para demostrar que está más informado que nadie; pocas cosas quedan bien sin sus aportes. Tiene una sobrestimada valoración de sus capacidades. Es un enamorado inmortal de su voz y juicios. A pesar de su pretendida autosuficiencia, es un cortesano de intereses ajenos a los que les presta hasta el alma para sacar provecho.
Finalmente, se reconocen dos especies vecinas del baboso: "el lambón" y "el limpiasacos". Según el Diccionario del español dominicano, el lambón es la persona "que tiene por hábito comer, beber o vivir a costa ajena", mientras que el limpiasacos se define como una "persona aduladora y servil".
Ambas conductas son expresiones distintas del mismo servilismo que subyace en la personalidad babosa. El lambón usa la lisonja para abrirse oportunidades en la vida del otro; es una especie de vividor. El limpiasacos adula para ganarse un favor ocasional. En otros términos, el lambón es un limpiasacos habitual; su conducta define un patrón de identidad. El limpiasacos exhibe un comportamiento ocasional para lograr un beneficio particular o coyuntural. Ambos se anidan y reproducen a la sombra de esfuerzos y fortunas ajenas. La frivolidad social es el invernadero natural para incubar y fecundar estas especies. El problema pesa cuando el baboso es político, el sabelotodo influencer, el lambón activista y el limpiasacos empleado, y aún más cuando todos dicen ser dominicanos. ¡Tormenta perfecta!
El baboso es generalmente un constructo del entorno familiar y laboral; otras veces resulta de una calificación no siempre merecida que le dan los prejuicios culturales a un individuo. Así, hay personas equilibradas que devienen en babosos por imputación social.