×
Compartir
Secciones
Última Hora
Podcasts
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Juegos
Herramientas
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales

Predicciones atrevidas

Las predicciones sobre Trump que podrían cumplirse (o no)

Expandir imagen
Predicciones atrevidas
Hacer predicciones políticas y económicas es un ejercicio arriesgado, pero algunos factores permiten prever ciertos resultados del gobierno de Donald Trump. (FUENTE EXTERNA)

El oficio de hacer predicciones en materia política y económica es sumamente arriesgado. Una y otra vez, quienes hacen predicciones, sobre todo si las hacen con bastante tiempo de anticipación, suelen estar equivocados. No obstante, se siguen haciendo predicciones políticas y económicas sobre un país, una región o el mundo como un todo, ya sea sobre la base de modelos sofisticados de análisis y proyección de escenarios o simplemente por pura intuición.

Reconociendo las limitaciones que tiene la mente humana para visualizar con certeza lo que habrá de ocurrir en la realidad, este articulista hace las siguientes predicciones con relación al recién iniciado gobierno del presidente Donald Trump. Estas son: 1) al final del período gubernamental no sólo no se habrán deportado los once millones de inmigrantes indocumentados, sino que tampoco se llegará a las cifras de deportaciones que se llevaron a cabo durante el segundo gobierno de Barack Obama; 2) el déficit fiscal de Estados Unidos será mayor al que había al cierre del año fiscal 2024; 3) la deuda del gobierno federal será mayor a la que existía al inicio de 2025; 4) el déficit comercial, a pesar del incremento de los aranceles, será mayor que el que existía al inicio de la actual administración; 5) la tasa de desempleo será mayor a la que dejó el presidente Joe Biden el último día de su gobierno; y 6) el número de trabajadores industriales será menor al que existía al cierre de 2024.

Hay muchas otras áreas –tanto en el ámbito de política doméstica como internacional- que son también relevantes a la hora de pasar balance a una gestión gubernamental, pero son menos cuantificables y, por tanto, mucho más difíciles de comparar. Por ejemplo, ¿cómo determinar si las instituciones federales se convertirán en más o menos eficientes tras los recortes presupuestarios y la reducción de personal en muchas de ellas? ¿En qué medida la reducción del papel de las agencias reguladoras será positivo o negativo para el sistema económico y el bienestar de la población? ¿Qué harán las cortes de justicia con respecto a la expansión del poder presidencial en detrimento de las potestades de las cámaras legislativas en materia presupuestaria o de control y supervisión? ¿Cuáles serán los efectos del realineamiento de Estados Unidos con la Rusia cuasizarista, autoritaria y expansionista? Aunque es posible visualizar algunos escenarios relativos a estos temas, la naturaleza de ellos impide construir una métrica de comparación como sí sucede con otros asuntos que son perfectamente medibles.

En cuanto a las predicciones que hace esta columna, un factor que sirve de sustento a ellas es el enfoque de política económica que tiene el nuevo gobierno estadounidense centrado en el proteccionismo vía el aumento de aranceles, el cual se sustenta en la creencia de que el resto del mundo se beneficia de Estados Unidos, mientras que este país no recibe lo que se merece, a pesar de que la economía estadounidense está más grande y fuerte que nunca y que sus empresas son la envidia de todos por su valor y eficiencia. El incremento de aranceles creará un círculo vicioso que impactará negativamente la cadena productiva y el consumo, lo que, a su vez, afectará el nivel de inflación y el ritmo de la actividad económica. Del mismo modo, la reducción de impuestos para los más ricos y las grandes empresas, sin que haya una reducción verdaderamente significativa del gasto público, hará que aumente el déficit fiscal y, en consecuencia, la deuda pública. En este campo tal vez les vendría bien examinar qué fue lo que hizo Bill Clinton para eliminar el déficit fiscal, lo que no se ha vuelto a lograr en los siguientes veinticinco años.

Pero la razón más importante para hacer estas atrevidas predicciones no es tanto la política económica proteccionista, sino el enfoque general que se ha adoptado sobre cómo el gobierno interacciona con la sociedad y con las instituciones que integran el sector público. El fervor revolucionario de los nuevos agentes del gobierno, esto es, la idea de que es posible cambiarlo todo de golpe y porrazo, que nada sirve y que se puede moldear la sociedad y las instituciones con un ejercicio de pura voluntad redentorista, es algo que la historia ha probado, una y otra vez, que es una simple pretensión humana que suele terminar mal.

Desde luego, las acciones voluntaristas y revolucionarias -el shock and awe que guía el comportamiento político de la nueva administración en Estados Unidos- producen sorpresa, perplejidad y desconcierto en el momento que suceden, pero suelen perder efecto con el paso del tiempo. Desde Robespierre hasta Hugo Chávez, pasando por decenas de líderes mesiánicos a través de la historia, el elemento común es que estos pretendieron transformar la sociedad según su voluntad sin tomar en cuenta los constreñimientos de las instituciones, la cultura y los lazos sociales. Lo extraño es que un tipo de liderazgo de este tipo haya surgido en Estados Unidos en el siglo XXI, una sociedad cuyo elemento distintivo desde el punto de vista político es la noción fundamental de que el poder hay que dividirlo, limitarlo y contrapesarlo.

La gran contribución del genuino pensamiento conservador -el de un Alexis de Tocqueville o un Edmund Burke, para sólo citar a dos de los más destacados- fue crear conciencia de que la sociedad no es moldeable a pura voluntad, es decir, que los cambios, para que sean perdurables, deben hacerse de manera incremental y sostenida, no a la velocidad de un rayo como pretenden algunos redentores de nuevo cuño que, con laptops en mano y algoritmos fríos y deshumanizados, se han propuesto transformar, de la noche a la mañana, un sistema administrativo y de gobierno sumamente denso y complejo. El tiempo dirá si los fervientes impulsadores de la disrupción social e institucional lograrán los cambios radicales que se han propuesto o si, por el contrario, su impacto, en el mediano y largo plazo, será mínimo. De esto dependerá el éxito o no de las predicciones que se han plasmado en este artículo.

TEMAS -

Abogado y profesor de Derecho Constitucional de la PUCMM. Es egresado de la Escuela de Derecho de esta universidad, con una maestría de la Universidad de Essex, Inglaterra, y un doctorado de la Universidad de Virginia, Estados Unidos. Socio gerente FDE Legal.