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¿Fin del poder blando en la política exterior de Estados Unidos?

El nuevo enfoque de política exterior de Estados Unidos plantea una manera de relacionar a este país con el resto del mundo distinta a como ha sido durante los últimos ochenta años

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¿Fin del poder blando en la política exterior de Estados Unidos?
Marco Rubio, Secretario de Estado y J. D. Vance, Vice presidente de los Estados Unidos.

Durante la década de los 2000, el reconocido profesor de la Universidad de Harvard Joseph S. Nye desarrolló el concepto de "poder blando" como herramienta útil en la diplomacia y las relaciones internacionales, en contraposición al concepto de "poder duro". El primero hace referencia a una política que descanse primordialmente en la persuasión, la influencia y el liderazgo político y cultural, mientras que el segundo se refiere al uso de las herramientas del poder militar. Su obra más conocida en la que trata estos conceptos, publicada en 2004, se titula Soft power: the means to success in world politics (El poder blando: el medio para el éxito en la política mundial).

En realidad, Estados Unidos, desde que se convirtió en una potencia mundial, ha utilizado tanto el poder duro como el poder blando. El ejemplo más notable es su involucramiento en la II Guerra Mundial, pues lo hizo primero militarmente, pero luego del triunfo de los aliados contra el nazismo no dejó a esos países devastados a su suerte ni les pidió un pago monetario o con recursos naturales como contrapartida a lo que había invertido en esa guerra. Al contrario, en 1947 puso en práctica el denominado Plan Marshall, el cual representó una inversión de alrededor de 13,000 millones de dólares para contribuir a la reconstrucción física de Alemania, Francia, Italia y el Reino Unido, además de crear las condiciones que fomentaran la cooperación económica y comercial entre Estados Unidos y Europa Occidental.

Con esta política, Estados Unidos logró el reconocimiento de millones de europeos que se beneficiaron de su asistencia económica, lo que apuntaló su ascendencia, su prestigio y su liderazgo. Esta ayuda no se concibió como una relación transaccional - ¿qué me das a cambio de lo que te doy? -, sino como un ejercicio de política exterior que reconocía la importancia de ayudar a países amigos en extrema dificultad para contribuir con su estabilidad, su seguridad y su prosperidad, lo que, a su vez, redundaría en beneficio de Estados Unidos. Si bien hubo dinero envuelto, lo más importante fue el poder blando que ejerció Estados Unidos en Europa, lo que lo convirtió en líder indiscutible de Occidente.

Además de los aportes financieros para la reconstrucción material de una gran parte de Europa, Estados Unidos impulsó también en esa coyuntura la creación de múltiples organismos internacionales que han sido hasta el presente, si bien con deficiencias e inconsistencias, la base del orden internacional. Uno de los pilares de ese orden ha sido la prohibición de la conquista territorial de unos Estados contra otros, siendo este uno de los grandes logros del sistema internacional desde el fin de la II Guerra Mundial cuando se compara con lo que ocurrió desde finales del siglo XIX hasta 1945, período durante el cual hubo cientos de conquistas territoriales.

Desde luego, Estados Unidos no sólo ha ejercido el poder blando, sino que también ha desplegado su poder duro tanto en situaciones que lo requerían - la seguridad de Europa y Asia, por ejemplo - como en otras que resultaron ser un ejercicio desbordado y, en último término, contraproducente de su poder militar, como fueron las guerras de Vietnam, Irak y Afganistán, para sólo citar los casos más notorios. No obstante, Estados Unidos siguió siempre usando su poder blando para contribuir con la mitigación de serios problemas en diferentes partes del mundo, como el VIH-SIDA y la hambruna en varios países africanos o la resolución de la crisis en los Balcanes en los años noventa, para sólo citar algunos ejemplos. También propició el acceso a su mercado de múltiples países alrededor del mundo, sin lo cual Europa, Japón, Corea del Sur, China, Vietnam, entre muchos otros países, no hubiesen podido alcanzar el desarrollo económico que hoy exhiben.

En cambio, el enfoque que hoy prevalece en la nueva política exterior de Estados Unidos es muy distinto. Se propaga la idea de que el resto del mundo se ha beneficiado de Estados Unidos y que este ha salido perdiendo de todas sus relaciones comerciales, lo cual sirve de base, primero, a la nueva política proteccionista mediante la imposición de aranceles; segundo, al enfoque transaccional con otros países en búsqueda de beneficios materiales exclusivos para Estados Unidos; y tercero, al impulso expansionista de conquista de otros países o territorios para incrementar el poder económico de ese país.

En realidad, Estados Unidos no ha sido la víctima que se nos presenta pues, a pesar de los serios problemas internos de su propia hechura (déficit fiscal, deuda púbica), su economía es más grande y fuerte que nunca, como muestra el hecho de que en 2008 la economía estadounidense era del mismo tamaño que la economía de los países de la Unión Europea en conjunto, mientras que hoy es el doble. Igual que ocurrió cuando en los años setenta se pensaba que Japón superaría la economía de Estados Unidos o cuando más recientemente también se decía que la economía china llegaría a ser más grande que la estadounidense, lo cual no se vislumbra que ocurrirá en un futuro previsible. Al mismo tiempo, su poder militar sigue siendo incontestable, a pesar de que, sin duda, otros países también se han fortalecido en este campo.

El nuevo enfoque de política exterior de Estados Unidos plantea una manera de relacionar a este país con el resto del mundo distinta a como ha sido durante los últimos ochenta años. Ver la pizarra de la Asamblea General de la ONU en la que aparecía Estados Unidos votando del mismo modo que Rusia, Corea del Norte y Nicaragua negando la agresión rusa en Ucrania, algo que, hasta hace muy poco, parecía inconcebible, es una manifestación del giro de 180 grados que se ha producido en la política exterior estadounidense.

Obviamente, el juego está todavía en la primera entrada, para decirlo con una metáfora del béisbol. El tiempo dirá si la política proteccionista dará los resultados esperados en beneficio de ese país, como también está por comprobarse si el enfoque transaccional, que pone a un lado las reglas y las instituciones del orden internacional, resultará mejor no ya para el mundo, sino para el propio Estados Unidos. Lo que sí se percibe claramente es que las nociones de "país indispensable" y "país excepcional", que han sido clave en la narrativa histórica sobre la identidad de esa nación, quedarán muy maltrechas, si no es que desaparecerán para siempre, en tanto otras muy distintas ocuparán su lugar, lo que, sin duda, si no se revierte, reconfigurará el papel de Estados Unidos en el mundo.


TEMAS -

Abogado y profesor de Derecho Constitucional de la PUCMM. Es egresado de la Escuela de Derecho de esta universidad, con una maestría de la Universidad de Essex, Inglaterra, y un doctorado de la Universidad de Virginia, Estados Unidos. Socio gerente FDE Legal.