David Collado y sus encuestas
Encuestas, marketing y estrategia, el plan de Collado para 2028
A pocos días de ganar las últimas elecciones, Luis Abinader decidió reunirse con los "presidenciables" de su partido. Se ignora el criterio que siguió el presidente para considerar como tales a los convocados. Detrás de esa escogencia probablemente quedaron fuera otros con tantos o más méritos. De primera impresión estimé paranoica la decisión, pero los eventos que han seguido empiezan a justificar la aprensión del presidente.
Y es que el PRM lleva en su ADN el gen del PRD, y la historia es más que generosa en crisis, traumas y quiebras partidarias, sobre todo por las pugnas que desatan las precandidaturas presidenciales. Obvio, Abinader también lo hizo para demostrar tempranamente que no tenía la intención de modificar la Constitución con el fin de habilitarse para otro periodo, designio que plasmó en la reciente reforma constitucional.
A pesar de que el propósito de la reunión fue circunstancialmente retórico, según fuentes reservadas "los presidenciables" siguen reuniéndose con el presidente. Creo que para Abinader la razón le resulta imperativa: mantener la manada domesticada, considerando que todos son funcionarios de su último Gobierno. El problema es que en apenas los primeros meses de su segundo mandato ya se agita un hormigueo cada vez más exacerbado por esas aspiraciones.
El 14 de enero de este año, Carolina Mejía dijo que hay números que sustentan su "posibilidad a futuro", aludiendo a la precandidatura presidencial. Eso bastó para que el equipo de David Collado activara la arremetida a través del recurso más generoso para un político con sobrado apoyo financiero: las encuestas. Así, la firma Gallup, en un sondeo realizado del 14 al 18 de febrero de 2025, coloca al ministro de Turismo con un 54.2 % de las preferencias; otra de la firma Markestrategia, del 27 de febrero y el primero de marzo de 2025, le atribuye a Collado un 50.5 % de la intención de votos. Lo anterior sin considerar que en el Estudio Nacional de Opinión Pública, publicado en febrero de 2025 por RD Elige, Collado aparece como la figura política mejor posicionada luego de Abinader, con una aprobación de 62.6 %. Estas encuestas no fueron trabajos aislados; es obvio que el momento en que se hicieron y la consistencia de sus resultados sugieren una estrategia dirigida o concertada.
Resulta que David Collado ha construido su relato con base en encuestas de "temporada muerta", es decir, alejadas del periodo electoral. Cuando eso sucede, las encuestadoras se juegan un espacio de movilidad para maniobrar con determinadas "inducciones". Como las encuestas reflejan un cuadro mutante, en principio cualquier resultado podría ser razonablemente creíble cuando todavía no hay competidores definidos ni un ambiente de presión electoral. Se trata de una clara estrategia de posicionamiento progresivo para instalar una determinada imagen en el mercado electoral. De manera que, como en otras ocasiones, en torno a la precandidatura de Collado se afirma un plan de posicionamiento con base en las encuestas.
Un amigo uruguayo experto en la materia y asesor de candidatos me dice que las encuestas de posicionamiento son licencias que, como "prácticas deportivas", manosean en algún momento las firmas aun prestigiosas, no así cuando se acercan las elecciones. En este tramo las investigaciones deben ser rigurosas porque el prestigio lo da la aproximación de los resultados finales en comparación con los de las elecciones.
Ya en el pasado David Collado traveseaba con ese recurso estratégico. Recordemos a su aliada-cliente, la firma Mark Penn/Stagwell, que siempre lo colocaba en las preferencias, aun sin ser candidato ni aparecer posicionado en las mediciones de las demás firmas. Es un objetivo tendencioso cuando la encuestadora propone en las preguntas preferencias a candidatos que no salen en los rankings. Collado era puesto a bailar en todas. Su inclusión, intencionalmente inductiva, le abría a un candidato fuera de competencia, como él, la oportunidad que no tenía más que en las opciones predeterminadas por la propia encuestadora. De esta manera obtiene un puesto no precisamente ganado por las intenciones escrutadas, sino por el "dirigismo" de la encuesta.
El hecho de que esta vez Collado madrugue con su conocida estrategia promete dos cosas: una disputa cruda dentro del oficialismo y que su equipo de seguro gestionará entre quince y veinte mediciones públicas por año, colocando al ministro de Turismo como el de mayor preferencia no solo dentro de su partido sino entre todos los posibles candidatos como ya lo ha hecho en las encuestas publicadas. Así las cosas, al término de este 2025 será improbable no considerarlo como el precandidato a vencer, a menos que otro contraponga parecido posicionamiento de "temporada muerta" a través de encuestas. Con esa costosa estrategia, Collado podrá felizmente decir que está concentrado en su trabajo y que no hablará de precandidaturas mientras siga contando la cantidad de turistas que llegan cada mes.
Pero el hecho de que las encuestas hablen por él también comporta otra ventaja: evitarle el desgaste de la temprana exposición. Resulta que David no solo es tímido y retraído, sino callado. Con tantos años en la política ha tenido que sortear su exposición verbal. Elude como reptil las alocuciones improvisadas sobre temáticas conceptuales, esas que revelan de forma natural lo que tiene el precandidato en el cerebro. Conscientes de sus sensibles privaciones, porque las tiene, sus asesores lo mantienen fuera de ruedo.
Y es que Collado ha sido el político de imagen más cuidada de los últimos años; el mejor plástico del markentig político, construido sobre la base de depuradas técnicas de imagen. Es una figura de performances, libretos y estampas visuales, inflado por una sobrestimación artificial sin corroboraciones reales o efectivas. Tales candidatos se desmoronan cuando empiezan a revelar sus carencias en el fragor de una contienda de debates sustantivos. Sucedió con Gonzalo Castillo y Abel Martínez. No soportaron una locución de cinco minutos sin pautas. Aunque eludieron lo más posible exponerse, solo bastaron algunas muestras para que el electorado medio supiera qué tenían y qué no. La decepción fue tal que, en el caso de Martínez, a pesar de venir apuntalado de ser el mejor alcalde del país como marca de su marketing, no ganó la candidatura presidencial ¡ni en su ciudad! Con esos precedentes tan frescos, pienso que el equipo de Collado debiera repensar su estrategia y probar otras exploraciones más creativas que muestren algo más del hombre y menos del producto. Consejo gratuito.
Pero el hecho de que las encuestas hablen por él también comporta otra ventaja: evitarle el desgaste de la temprana exposición. Resulta que David no solo es tímido y retraído, sino callado. Con tantos años en la política ha tenido que sortear su exposición verbal.