Las tres causales: cómo negociar una salida ética y democrática
La solución posible para el debate del aborto
En República Dominicana, hablar del aborto es tocar una fibra profunda. Para muchos, se trata de principios innegociables. Para otros, de derechos humanos esenciales. Y para casi todos, un dilema moral que divide a familias, iglesias, partidos y generaciones.
El problema es que, ante un tema tan complejo, el debate público suele reducirse a un "sí" o "no", como si se tratara de escoger entre dos polos cerrados. Pero esa simplificación nos ha estancado. Y quizás ha llegado el momento de intentarlo desde otro lugar: desde la negociación basada en intereses.
En la metodología de negociación, intereses no significa solo beneficios materiales o económicos, sino las motivaciones reales —necesidades, valores, temores, preocupaciones— que subyacen a cada posición. Este enfoque, que he tenido la oportunidad de aplicar, enseñar y divulgar desde los marcos académicos de Harvard y el MIT, parte de una premisa sencilla pero poderosa: superar la lógica binaria del "sí o no" abre espacio para identificar esos intereses, reconocer matices y construir soluciones que integren en vez de dividir.
En el debate nacional no hay solo dos bandos. Existen al menos tres posiciones claramente diferenciadas:
- Grupo A: defiende el derecho al aborto sin restricciones legales, como parte de la autonomía plena de la mujer sobre su cuerpo.
- Grupo B: rechaza toda forma de aborto, incluso en situaciones extremas, por considerar que vulnera la vida desde la concepción.
- Grupo C: apoya las tres causales (cuando está en riesgo la vida de la madre, en casos de violación/incesto o de inviabilidad del feto) como un punto de equilibrio entre ambos extremos.
Esta tercera vía —la de las tres causales— no busca imponer una visión total sobre la otra, sino construir una salida legítima que reconozca la complejidad del tema y la pluralidad de conciencia que caracteriza a una democracia madura.
Más que discutir posiciones, propongo mirar los intereses subyacentes de cada grupo. Lo que una parte dice querer no siempre refleja lo que realmente le importa.
Grupo A (aborto libre):
- Garantizar el derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo.
- Prevenir los abortos clandestinos que ponen en riesgo la salud femenina.
- Defender la autonomía individual frente a normas impuestas por creencias religiosas.
- Avanzar hacia una legislación moderna y acorde con estándares internacionales.
- Promover la equidad de género como principio fundamental de la vida democrática.
Grupo B (prohibición absoluta):
- Proteger la vida desde la concepción como valor supremo e irrenunciable.
- Evitar que las excepciones abran la puerta a un aborto libre encubierto.
- Defender valores morales y religiosos profundamente arraigados.
- Preservar la libertad de conciencia de médicos y ciudadanos.
- Mantener la coherencia moral e interpretación constitucional sobre el derecho a la vida.
Grupo C (tres causales):
- Buscar un punto de equilibrio entre la protección a la vida y la autonomía de la mujer.
- Preservar la vida y salud de las mujeres y niñas en riesgo.
- Evitar sufrimientos físicos, psicológicos y sociales extremos.
- Cumplir con estándares internacionales en derechos humanos.
- Proteger a las más vulnerables: niñas, víctimas de violencia, mujeres pobres.
- Establecer un marco legal claro que evite tanto la impunidad como el extremismo.
Como puede verse, no todos los intereses son incompatibles. Hay espacio para el entendimiento si, partiendo del respeto y no del ataque, se negocia en base a intereses subyacentes.
La democracia se prueba en los disensos
Desde la mirada de la negociación y construcción de consenso, no se trata de ganar el debate, sino de construir opciones de ganancia mutua: soluciones prácticas que reconozcan y atiendan los intereses legítimos de todas las partes.
A continuación, algunas propuestas concretas – opciones de ganancia mutua puestas sobre la mesa para ser negociadas – que podrían abrir ese camino:
1. Aplicación limitada con criterio médico y objeción protegida.
Las causales se aplicarían únicamente si facultativos independientes lo certifican, garantizando la objeción de conciencia sin consecuencias laborales.
2. Prioridad a casos vulnerables con atención integral garantizada.
En situaciones de niñas, discapacidad o violencia sexual, se brindaría protección reforzada: médica, legal y psicológica.
3. Supervisión por comisión bioética nacional independiente.
Un órgano técnico que monitoree la implementación con criterios éticos y científicos.
4. Cláusula de revisión legislativa a cinco años.
El Congreso podría revisar la aplicación de la ley en base a evidencia empírica, sin cerrar el debate.
5. Plan nacional de prevención de embarazos y acceso a anticonceptivos.
Invertir en educación sexual integral, prevención de embarazos no deseados y servicios de salud reproductiva.
6. Uso de lenguaje público respetuoso y no confrontacional.
Cambiar el tono del debate. No se trata de "provida" contra "promuerte", sino de vidas humanas atravesadas por dilemas difíciles.
7. Incorporar propuestas técnicas ya discutidas en el país.
Objeción protegida, revisión periódica y comités técnicos: ideas que, lejos de dividirnos, pueden ofrecernos una salida legítima.
Solo al mirar este dilema más allá del sí o el no, desde la negociación y la construcción de consenso, podremos forjar soluciones que nos unan como país.
Soluciones como las tres causales, que reconocen la complejidad del conflicto y responden a intereses humanos reales —sin imponer una visión total sobre la otra.
Soluciones que tomen en cuenta la decisión de la mujer. Que protejan la vida. Que reconozcan la pluralidad de conciencia. Y que, sobre todo, nos hagan mejores como nación.
Porque cuando el centro político se destruye, no hay ley que nos salve ni Constitución que nos reúna.
Las tres causales no son una solución perfecta —ninguna lo es en un conflicto tan delicado—, pero sí representan un espacio posible de encuentro.
Una vía que protege la vida, cuida a la mujer y respeta la pluralidad de conciencia que define una democracia madura.
No se trata de imponer una verdad sobre otra, sino de reconocernos en la dignidad compartida, incluso cuando nuestras convicciones divergen.
Porque, más allá de un acuerdo legislativo, las tres causales representan la oportunidad de romper la lógica binaria y abrir el camino a algo mayor: una sociedad que, en su diversidad, aprende a dialogar consigo misma.