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Redes Sociales

Los enredos de las redes

Si alguna utilidad ha tenido el social media, además de democratizar la opinión y construir relaciones, es poner en contexto el oscurantismo de una era dominada por los dogmatismos. En esa dinámica las redes aguantan todo: desinformación, polarización, sesgos, sandeces y agravios. Son corredores para exhibir los colores más oscuros de la "libertad emocional", esa condición que hace catarsis en una democracia sin pensamiento

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Los enredos de las redes

Las redes sociales ponen a prueba una virtud escasa: la paciencia. Es difícil permanecer imperturbables a sus provocaciones. Creíamos haberlo visto todo, pero ellas siempre dejan reservas para el asombro.  Y es que cada día sus contenidos revelan la temeraria "lucidez" de la ignorancia.  

Si alguna utilidad ha tenido el social media, además de democratizar la opinión y construir relaciones, es poner en contexto el oscurantismo de una era dominada por los dogmatismos

En esa dinámica las redes aguantan todo: desinformación, polarización, sesgos, sandeces  y agravios. Son corredores para exhibir los colores más oscuros de la "libertad emocional", esa condición que hace catarsis en una democracia sin pensamiento. 

La mala noticia es que hay que convivir con ellas. Nos queda inhalar su toxicidad y aprender a discriminar lo menos malo de lo mediocre.

Personalmente las tolero y lo hago convencido de que ellas suplantan aquellos rincones que en pasados tiempos ocupaban los chismes barriales. Un foro coloquial confinado antes a diez o veinte cuadras, pero que hoy alcanza confines globales. 

La comadre fue una "institución" que prefiguró a las redes sociales, esa cincuentona de nombre corriente (Altagracia, Juana o Mercedes) que trashumaba en bata y chancleta por los traspatios traficando comidillas e intrigas, primicias que sazonaban la rutina y hacían digerible el día. 

Mantengo cuentas activas en las redes sociales. No todo es pernicioso. En ellas he tenido el agrado de tropezar con gente que ya creía idas y con otras de las que las volteretas de la vida me habían separado.

Poco a poco esos espacios se fueron abriendo a presencias más nutridas. Inadvertidamente mi vecindad creció y hoy respira humos de urbe virtual.

Cada plataforma tiene su sociología. Facebook es el gran barrio, atestado y diverso, donde todo el que quiera posa, reclama y opina a su libre manera. Instagram es la pasarela boutique para mostrar el éxito personal, los estilos de vida, la imagen social y de paso avivar las envidias ajenas. X es el "areópago de los sabios", un pretendido club de iluminados que en 280 caracteres (a menos que la cuenta sea premium) desarrolla tesis políticas, fórmulas financieras, teorías económicas y soluciones a conflictos globales con la propiedad de cualquier gurú nominado al Nobel. Tik Tok es hogar de memes, morbo y bulos, un pequeño circo audiovisual para la ironía bufona. Todas configuran un universo de expresión narcisista y banal que procura, como obsesión,  likes a la anatomía, a la opinión, al ego y al éxito. 

Facebook es un mundo de existencias etéreas, esas que conviven en un espacio tan real como imaginario, tan expuesto como íntimo, tan concreto como intangible. Desde aquella cuarentona que, gastada por la soledad, busca, como en los bolos de una lotería, a quien no acaba de responderle su solicitud de amistad, hasta la muchacha que sale para tomarse fotos en locaciones prestadas pensando en imaginarios admiradores. 

En cierta ocasión me sorprendió leer cómo alguien les reclamaba amargamente a sus contactos no haberle enviado un "mísero like" a un desahogo "posteado" en su muro, amenazándoles con mandarlos a la mierda y eliminarlos colectivamente "por ingratos". Otra persona se quejaba de que la gente la tenía hastiada de preguntarle por qué estaba soltera si ya rozaba los treinta.

En los álbumes de las fotos de las "adolescentes" nunca falta uno dedicado al día de playa, para exhibir, en un ambiente "naturalmente" justificado, lo que en otras circunstancias la decencia familiar aconseja no mostrar. Los comentarios de los "amigos" ante el destape: "¡Rebeca!... wao", "caramba, te la tenía guardada". "Ajo, ¿y eso?". "Qué lindo día de sol".

Facebook ha creado arquetipos culturales. Uno de los más emblemáticos es el club de "las bendecidas" como pancarta de la religiosidad fluida de nuestros días. Son mujeronas carnales de glúteos macizos y pechos montañosos que suelen acompañar sus poses con ropas menudas, pero también con mensajes bíblicos o espirituales: "Bendecida por papá Dios".

"El plan de Dios es perfecto". "Si Dios es conmigo, ¿quién contra mí?". "La mimada de papá Dios". Otra institución son las frases en contra de la envidia por el éxito personal. Suelen ser genéricas, pero con espinitas clavadas en epidermis conocidas, pero no reveladas: "Mientras otras sufren, a Dios le ha cogido conmigo". "Si te molestan estas curvas coge la recta. Sin dietas". "La gente habla, pero no mantiene".

Pero lo común en todas las plataformas es la conducta casi "normalizada" de los internautas de comentar un artículo solo por el título o la imagen. Un estudio de la Universidad de Columbia, Estados Unidos, publicado en la revista Nature, reveló que cerca del 59 % de los enlaces compartidos en redes sociales no son clicados, lo que supone que los usuarios los comparten sin leerlos.  

¿Y quién pierde el tiempo leyendo? Es un esfuerzo innecesario a la hora de criticar a la manera de las redes. Esta columna ha sido objeto de comentarios ligeros basados en títulos y solo al amparo de prejuicios políticos ya envasados.  He recogido anécdotas hilarantes que en algún momento publicaré en una antología de lo absurdo. 

¿Y qué decir de las animaciones con IA? Hace algunos días vi una producción de IA en la que aparecía una catástrofe natural provocada por una riada cuya corriente arrastraba casas, edificios, vehículos y gente. El título indicaba que eso había sucedido en Santiago en ocasión de las recientes inundaciones. 

Lo surreal no solo era la recreación ficticia, también los comentarios. El 96 % de estos asumieron como real el evento hasta el punto de que uno de los comentaristas atestiguó haber estado ahí en ese justo momento.   Apenas una sola opinión advirtió la falsedad del dato, lo que suscitó las reacciones más enconadas por su aparente insensibilidad con el cuadro.

No sé adónde llegaremos con las redes. Es de los enredos el más necesario.  A pesar de todo, las prefiero. Lo otro sería rendirle el monopolio de la información a centros verticales de poder, esos que antes de difundirla la procesan por los finos tamices de sus grandes intereses.

Me decanto por la intensa horizontalidad de la opinión, aunque cueste trabajo depurarla.  Escojo una verdad rota en pedazos que toda recogida en pocas manos. 


TEMAS -

Abogado, ensayista, académico, editor.