Asesinato en Hacienda María
64 años de olvido e impunidad sobre la masacre de los héroes del 30 de Mayo
Hoy se cumplen 64 años del brutal y despiadado asesinato de los 6 mártires y héroes del 30 de Mayo sacrificados en hacienda María: Luis Manuel (Tunti) Cáceres Michel, Roberto Pastoriza Neret, Huáscar Tejeda Pimentel, Pedro Livio Cedeño, Modesto Díaz Quezada y Salvador Estrella Sadhalá).
El manto del olvido ha cubierto el delito y propiciado la impunidad. Ha sobrado el borrón y faltado la rendición de cuentas.
Quienes participaron en aquella sádica escenificación jamás mostraron arrepentimiento y ni siquiera un baldón cubrió su frente. Con obstinación demoníaca sellaron en acero el secreto de dónde arrojaron sus restos.
Por eso es necesario preguntarse cómo es posible que esos hechos hayan permanecido sin sanción, desenmascarar tanta enajenación, poner de relieve qué pasó ese 18 de noviembre del 1961.
Américo Dante Minervino, comandante de la cárcel de La Victoria, fue interrogado por los jueces de instrucción Fernando Silié Gatón, Alfredo A. Andreu Martínez y Vinicio Cuello Castillo. Incriminó a altos jefes militares y policiales. Fue juzgado y condenado. En la turbación causada por la revolución de Abril escapó al exterior.
A los jueces de instrucción dijo lo que sigue (resumido).
"A eso de las 3 de la tarde de ese día, Jorge Moreno (jefe de la Policía) me llamó por teléfono a «La Victoria», ordenándome que me reportara seguido a su Despacho del cuartel general, inmediatamente cogí para allá, y me dio orden de ejecutar a tres individuos (para simular que los presos del 30 de Mayo se habían escapado y matado a sus guardianes) ... Después de muertos, tal como se nos había ordenado, los metimos debajo del asiento trasero y nos dirigimos al Palacio de la Policía, llegando ahí como a las cinco y pico de la tarde... Enterado Jorge Moreno seguido salió y se montó en el carro conmigo, indicándome que debíamos ir hacia la Hacienda «María» ...Y llegamos; ya estaba oscuro, pues tuvimos que encender las luces del carro. Al llegar, Jorge Moreno como que se sorprendió al ver que la guagua de los presos (los mártires de hacienda María) no había llegado, pero casi enseguida aparecieron Ramfis, vestido de civil, los dos León Estévez, el coronel Disla, guardaespaldas de Ramfis... Jorge Moreno se desmontó y conversó con ellos, y me ordenó que me estacionara más adelante. Poco después vino Pirulo Sánchez Rubirosa, en traje de militar".
Continúa diciendo: " Inmediatamente llegó la guagua, León Estévez, el hermano del marido de Angelita, se acercó a ella y ordenó que bajara Pedro Livio Cedeño. Bajó, lo agarró por un brazo y lo condujo muy de pronto donde lo aguardaban Ramfis, el otro León Estévez, marido de Angelita y Sánchez Rubirosa. Ellos estaban esperando en una plataforma de cemento, un poco alta, y Cedeño fue llevado frente a ellos abajo. Inmediatamente se oyeron los disparos, que fueron muchos y con diferentes armas... No vimos caer a Cedeño, ni a ninguno de los héroes por la oscuridad, pero sí distinguíamos de espalda a los que les tiraban, que eran, primero Ramfis, después el marido de Angelita y luego Sánchez Rubirosa. Quiero significarle que donde ellos estaban colocados tirando, había luz, estábamos de ellos a una distancia de 15 ó 20 metros... El asunto fue bastante rápido, y todo eso duró más o menos unos 25 minutos".
Y afirma que: "Cuando sacaban a los héroes para matarlos, llegó una guagüita, que no era oficial, con dos oficiales de la Aviación, a quienes no conozco, pero que Jorge Moreno y Disla sí los conocen, porque ellos hablaron o, mejor dicho, llamaron a esos oficiales por los nombres de Careto y Collado. Jorge Moreno y Disla dieron orden a esos oficiales para que se llevaran los cadáveres de los héroes, de manera que ellos son los que saben lo que hicieron con ellos".
No se sabe a ciencia cierta si Minervino dijo toda la verdad, si trató de involucrar a otros. Pero este caso, al igual que muchos otros, merece ser aclarado. Es lo único que llevará a nuestro pueblo a darse cuenta de que la impunidad no es redituable.
Todavía existen aquellos que se cuestionan la pertinencia de los hechos desencadenantes. El poeta Federico Pellerano Castro lo expresó con elocuencia: "Benditos los que matan, si es un monstruo de sangre el que se hunde, y un pueblo el que se salva",
Ante la entronización totalitaria del terror, el crimen, el robo, el irrespeto a los derechos de los ciudadanos, el tiranicidio era la única manera de redimir a nuestro pueblo y reconducirlo al camino de las libertades para que pudiera modelar su propio destino. Ahí estriba el enorme valor de la gesta.
¡Loor a los héroes y mártires del 30 de Mayo!

Eduardo García Michel