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Hablemos de discapacidad psicosocial

Salud mental y barreras culturales en República Dominicana

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Hablemos de discapacidad psicosocial
La discapacidad psicosocial está más allá de lo que se puede ver. (SHUTTERSTOCK)

La discapacidad es variada y compleja. Acostumbrada a lo obvio, la mayoría de las personas solo llega a identificar las discapacidades físicas, sensoriales o intelectuales, lo que no colabora con una comprensión integral de las limitaciones sociales y vitales que enfrentan las personas con trastorno mental discapacitante.

Pese a la abundancia de análisis especializados, el concepto de discapacidad psicosocial no entra aún en el repertorio de los saberes comunes. A diferencia de discapacidades como el autismo, el síndrome de Down o la parálisis cerebral, con orígenes físicos, la discapacidad psicosocial surge de la interacción entre un problema agudo y prolongado de salud mental y el sufrimiento añadido por las barreras que interpone la cultura colectiva y el entorno en el que la persona habita. 

Según la Organización Mundial de la Salud, la discapacidad psicosocial afecta a las «personas con diagnóstico de trastorno mental que han sufrido los efectos de factores sociales negativos, como el estigma, la discriminación y la exclusión», circunstancias estas últimas que, matices aparte, comparte con el universo de las discapacidades. El esquema cultural prejuicioso las irradia de la «normalidad» y, por tanto, del ámbito de la dignidad y los derechos.

En el ensayo Una mirada bioética a la representación social de la discapacidad psicosocial, Ana Calle-Carrasco y Maggie Campillay-Campillay puntualizan que la enfermedad mental no constituye en sí misma una enfermedad discapacitante. Para que se convierta en tal deben presentarse determinadas circunstancias que conduzcan a «graves y duraderas limitaciones para afrontar las demandas de la vida diaria», que incluyen tanto el diagnóstico como los obstáculos externos que menoscaban la posibilidad del afrontamiento.

Como también ocurre con otras discapacidades, el abordaje de la que nos ocupa ha sido objeto de debates. El enfoque médico rehabilitador y capacitista, centrado en la persona, viene siendo desplazado por otros que, aunque no rehúyen el proceso terapéutico, plantean la necesidad de considerar para el diagnóstico y tratamiento la gravitación de las narrativas de la «normalidad». 

En la República Dominicana no existe todavía una preocupación ciudadana extendida por estos problemas, pese a que, según estimaciones de Sociedad Dominicana de Psiquiatría (SDP), alrededor del 20 % de la población sufre algún tipo de trastorno mental, prevaleciendo la ansiedad, la depresión, la bipolaridad y la esquizofrenia.

El dato es apuntalado por un estudio sobre el impacto de la salud mental en el sistema de salud dominicano, preparado por la empresa multinacional IQVIA, que incluye al país entre los diez del continente con mayor carga de trastornos mentales y lo coloca en el primer lugar en Centroamérica y el Caribe. 

Esto, no obstante, y según el 64 % de los médicos entrevistados para el estudio, la población tiene poco conocimiento sobre el tema. Para el 58 % de estos médicos, la sociedad dominicana estigmatiza la enfermedad mental, y un 42 % considera que esta estigmatización es alta. 

Este entramado, que conjuga prejuicios, falta de de apoyo social y una prestación de servicios que, aunque significativamente mejorada en los últimos años todavía resulta insuficiente, es la base en la que se asienta la exclusión y el sistemático desconocimiento de los derechos humanos y sociales de las personas con trastornos mentales, en particular de aquellas que, por su sintomatología, son consideradas con discapacidad psicosocial.

Según la Organización Mundial de la Salud, la discapacidad psicosocial afecta a las «personas con diagnóstico de trastorno mental que han sufrido los efectos de factores sociales negativos, como el estigma, la discriminación y la exclusión».

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