El pesimismo económico
Por qué los dominicanos ven crisis donde hay crecimiento
Y ¿cómo es posible que, mientras todos los organismos internacionales y expertos en desarrollo observan admirados los indicadores económicos de nuestro país, los resultados de las encuestas indiquen que los encuestados afirman que el país anda mal y la economía también? Esa es la expresión de nuestro pesimismo.
El pesimismo dominicano no es nuevo. Ha sido un tema tratado por intelectuales, historiadores y escritores a lo largo del tiempo.
Juan Pablo Duarte, optimista, se vio obligado a enfrentar a los pesimistas que no creían en la viabilidad de un país libre y soberano si no estábamos bajo la sombrilla de una potencia extranjera.
Hemos arrastrado como lastre una permanente percepción de crisis recurrente, falta de confianza en las instituciones y un sentido de desilusión con el desarrollo de nuestro país.
Ahora saca la cabeza el pesimismo económico, un fenómeno que puede parecer contradictorio, especialmente cuando los indicadores económicos reflejan un crecimiento sostenido. Datos como el aumento del PIB, la disminución del desempleo y el crecimiento de la inversión extranjera directa muestran una economía robusta. Sin embargo, la percepción de la población parece ser diametralmente opuesta, lo que genera un estado de pesimismo generalizado.
Majin J. Díaz, economista especializado en finanzas públicas y exdirector general de Impuestos Internos, trata este tema en un artículo publicado en un periódico digital. Desde su óptica, "se asemeja un poco a lo que se vivió en Estados Unidos en el gobierno de Joe Biden o a lo que pasó en Chile en la última década: en ambos países la mayoría de los indicadores iban mejorando, pero una abrumadora mayoría de la gente pensaba lo contrario. Es lo que el profesor Sebastián Edwards llama el riesgo del pesimismo económico".
Nuestra economía, en estos momentos, está sólida; lo establecen los números avalados por organismos internacionales de indiscutible credibilidad. Tenemos más de veinte meses con una inflación en torno al cuatro por ciento, que es el rango meta del Banco Central. Y Majin Díaz afirma que, en materia del control de la inflación, somos la estrella de América Latina.
El desempleo ronda el cuatro por ciento, considerado como uno de los más bajos de la región. Nuestra economía crece el doble que la de América Latina y somos la séptima economía de Hispanoamérica. En turismo, recibimos once millones de visitantes, una cifra nunca antes alcanzada, que significó un ingreso en dólares de casi once mil millones. La inversión extranjera directa fue, el año pasado, de 4,502 millones de dólares, muestra de la confianza de los inversionistas en la institucionalidad y la paz social de que disfrutamos.
Sin embargo, un alto porcentaje de la población, tanto como el 60 %, dice que la situación económica es mala o muy mala. Pero, al mismo tiempo, un 58.8 % dice que Abinader es un buen gobernante.
Uno de los factores que alimenta este desajuste entre la realidad económica y la percepción ciudadana es la memoria económica. Esta memoria, según los expertos, se construye a partir de experiencias pasadas y de la forma en que los ciudadanos han vivido situaciones económicas adversas. Si una población ha atravesado crisis económicas severas, es probable que desarrolle una desconfianza hacia la estabilidad actual, incluso cuando los números sugieren lo contrario. Este es un fenómeno observable en muchas economías, donde las cicatrices de recesiones anteriores persisten en la psique colectiva.
Otro aspecto a considerar es la desigualdad económica. Aunque la economía en su conjunto está prosperando, no todos los sectores de la población se benefician de la misma manera. La brecha entre ricos y pobres puede llevar a que una parte significativa de la población se sienta excluida de los beneficios del crecimiento económico. Cuando las personas sienten que su calidad de vida no mejora, es natural que sientan pesimismo, a pesar de los indicadores macroeconómicos positivos.
También es importante señalar que muchas personas no tienen acceso a datos económicos precisos o comprensibles, y sus opiniones se forman a partir de percepciones subjetivas. Especialmente si los medios de comunicación resaltan problemas como la inflación, el costo de la vida o el acceso limitado a servicios básicos, estos mensajes influyen en la percepción pública, creando una sensación de crisis a pesar de los datos positivos.
Los precios son otro factor que afecta la percepción de la economía. El aumento en los precios de bienes y servicios genera una sensación de inseguridad, incluso cuando la economía muestra signos de crecimiento. Lo mismo ocurre si los salarios no se ajustan al mismo ritmo que la inflación: los consumidores se sienten cada vez más apretados financieramente, lo que amplifica el pesimismo.
A pesar de los indicadores positivos, el pesimismo económico es un fenómeno que resulta de una combinación de memoria económica colectiva, información asimétrica, desigualdad y factores externos. Y para abordarlo, el remedio es que los responsables de la política pública y los líderes económicos comuniquen de manera efectiva los beneficios del crecimiento y trabajen hacia una mayor equidad económica.