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Educación al consumidor y ahorro responsable: asignatura inaplazable

Consumir menos, vivir mejor, el desafío del ahorro inteligente

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Educación al consumidor y ahorro responsable: asignatura inaplazable
En una sociedad dominada por el consumo masivo y la publicidad persuasiva, urge promover una cultura de consumo inteligente y ahorro responsable desde la infancia.

En la abrumadora y vertiginosa sociedad mundial de producción gigantesca de bienes y servicios de consumo útiles, atractivos, fascinantes, curiosos con que hemos construido las sociedades y economías, es difícil resistir sus ofertas de bienestar, conveniencia y beneficios, aun sean temporales, con las que mejorar o hacer más cómodas y llevaderas nuestras no siempre felices existencias.
Y ciertamente, que el mecanismo operativo de una economía próspera de mercado está fundamentado en la cinta o cadena sinfín, cada vez más ancha y expansiva, con que producimos, vendemos y compramos, siendo los índices de consumo y de producción dos de los más confiables reflejos de prosperidad local, nacional, regional o global, indistintamente de las reconformaciones comerciales internacionales de políticas y estrategias de grandes países o grupos de naciones como las que más recientemente están tomando forma y cuyos efectos no son del todo previsibles.
En plena sociedad de consumo es oportuno y, al tenor de los tiempos, inaplazable que tanto los habitantes de los más prósperos países, como particularmente nuestra República Dominicana, que realiza esfuerzos por superar brechas que aún nos colocan como nación en desarrollo, introduzcan salvaguardas formativas en el consumo inteligente y ahorro responsable para sus ciudadanos, tanto en educación cívica para los adultos, como para ser introducidas disciplinarmente, como asignatura o, en su lugar, como módulo reforzado transversalmente en los contenidos curriculares de nuestro sistema de educación inicial, básica y secundaria.
A pesar de algunos tímidos esfuerzos locales de corregir publicidad engañosa, debemos reconocer que mucha de la publicidad y promoción de bienes y servicios, armados y elaborados conforme a efectivas estrategias de mercadeo y utilizando los principios de la teoría del consumo y psicología del consumidor, muchas apartadas de la necesaria conciencia ambiental, nos persuaden y seducen, obnubilando nuestras limitaciones de presupuesto, convenciéndonos de suprimir necesidades perentorias en favor de atractivas adquisiciones que no añaden valor a nuestra estabilidad individual o de hogar, insumiéndonos en escasez de lo necesario y, peor aún: arrastrándonos a deudas en tarjetas de crédito y otros instrumentos y agentes de empréstito financiero que nos voltean la vida y bolsillos en una circularidad azarosa de la que es difícil salir.
La pobreza y los avatares de angustia económica no son, ni deben ser, un destino inapelable: es posible remontar las limitaciones de los ciudadanos, dotándolos desde sus primeros años de infancia, a través de los programas de educación inicial, básica y secundaria, de las herramientas para el consumo inteligente y el ahorro responsable. El súmmum nodal de tan importante educación radica en la aplicación, como norma de vida, del nunca caducable principio de sacrificar el bienestar o beneficio de hoy por uno mayor o mejor mañana. Países como Japón y algunos de Europa muestran, desde hace muchos años, una población mayoritariamente ahorrativa y selectiva en el consumo.
Aunque no hemos experimentado las devastaciones de guerra que sufrieron estos países, quizá en parte causantes de la tendencia de sus nacionales de gastar en lo necesario y "guardar pan para mayo", en nuestro amado país debemos tomar las previsiones para enfrentar cambios en la geopolítica económica mundial que pueden adversarnos gravemente.
Poseedores de una deuda externa que se acerca inexorablemente a la totalidad de nuestro Producto Interno Bruto, pese al certero impulso de inversiones y políticas de emprendimiento y negocios, y la extraordinaria campaña permanente de formación técnico-profesional que lidera el Instituto Nacional de Formación Técnico Profesional, capacitando a la población, incluidos los sectores vulnerables, para convertirlos en apetecibles trabajadores y emprendedores, munidos de competencias y saberes para la industria y el comercio nacional, es necesidad inaplazable reforzar nuestras capacidades de desarrollo y crecimiento mediante la introducción del ahorro responsable y el consumo inteligente a todo dominicano y dominicana desde la tierna infancia, para enfrentar los desafíos que el futuro, aun no exento de sorpresas y cisnes negros, puede deparar.
Para acercarnos a la meta de un consumo inteligente y ahorro responsable, me remito a una extraordinaria pensadora y autora, la Dra. Louise Marie Berman, cuyas enseñanzas recibidas han signado mi formación con deuda imperecedera, al enunciar que, para dar significado y sentido de valor a nuestra existencia, cada uno de nosotros debemos distinguir la magnitud y calidad de nuestras opciones vitales, identificando y deslindando en nuestra toma de decisiones lo imprescindible, lo necesario, lo importante, lo interesante. Indudablemente que las dos primeras deben ser asumidas prioritariamente por el consumidor inteligente y ahorrador responsable. Ello permite dedicar atención subsiguiente a lo importante y, si el tiempo y recursos lo permitieren, entonces abordar lo interesante.
Los entendidos más experimentados en finanzas personales así también recomiendan a todos nosotros separar y ahorrar, de manera obligatoria, un mínimo del 10 % del salario o ingreso recibido, por precario que este sea, aunque recomiendan idealmente que este llegue a un 20 %.
En definitiva, aprendamos a identificar lo superfluo, a distinguir, optar y consumir más de lo imprescindible, lo necesario y lo importante, que dé calidad, madura felicidad, bienestar real y resiliencia a nosotros, a nuestro bioentorno y futuro como especie. Implantemos como asignatura, módulo o enseñanza transversalizada la Educación para el Consumo y el Ahorro Responsable en nuestros planes formales de estudio. Nuestras familias, descendientes, sociedad y la Tierra que habitamos lo agradecerán.

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