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Mario Vargas Llosa y República Dominicana: Una historia de amor tempestuoso

Amor, crítica y nacionalidad, el lazo indisoluble de Vargas Llosa con República Dominicana

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Mario Vargas Llosa y República Dominicana: Una historia de amor tempestuoso
La relación de Mario Vargas Llosa con República Dominicana es una historia de amor compleja y apasionada, marcada tanto por el afecto como por la crítica. (FUENTE EXTERNA)

"Mi relación con República Dominicana es una historia de amor; un amor tempestuoso, caribe, un amor tropical, un amor del que no están exonerados los traumas o las diferencias, y desde luego las críticas. Ejercer la crítica no es una manifestación de hostilidad. Puede ser también una manifestación de ese amor, de ese sentimiento profundo de solidaridad con un país que uno siente como el suyo y quisiera que anduviera todavía mejor de lo que está".

Así definió Mario Vargas Llosa su larga, compleja relación con el país en las palabras de agradecimiento al recibir el Premio Internacional Pedro Henríquez Ureña que le otorgó el Ministerio de Cultura en septiembre de 2016.  La emoción del Premio Nobel era evidente. Un jurado había decidido darle el Premio creado en honor del ensayista dominicano "luego de todo lo ocurrido", y en una magnífica demostración de tolerancia, de espíritu democrático —dijo— el gobierno había acatado su decisión. Le conmovía recibir el premio "en estas circunstancias especiales", también las palabras fraternales del ministro —Pedro Vergés—y el largo aplauso con que fue recibido en el estrado. "Les aseguro que no olvidaré lo ocurrido aquí esta noche, que será uno de esos recuerdos a los que uno se aferra en los momentos de desaliento, de desánimo que tenemos también los escritores".

Lo ocurrido, y las circunstancias especiales a las que se refería el escritor eran las manifestaciones de hostilidad de un pequeño grupo de ultranacionalistas opuestos al otorgamiento del premio, que recordando los peores momentos del fanatismo ideológico llegó a promover la quema de sus libros. Intentaban revivir, sin lograrlo, el ambiente que en noviembre de 2013 produjo la publicación en el periódico español El País del artículo de Vargas Llosa "Los parias del Caribe", crítico de la sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional que, de golpe y porrazo, de manera retroactiva quitó la nacionalidad dominicana a más de 200 mil personas de ascendencia haitiana nacidas en el país en el período entre 1929 y 2007. Mario arremetió contra la sentencia, y contundente como era para expresar su opinión crítica sobre cualquier fanatismo o discriminación la comparó con las "famosas leyes hitlerianas de los años treinta dictadas por los jueces alemanes nazis para privar de la nacionalidad alemana a los judíos".

Vargas Llosa no fue el único crítico. La medida generó un amplio debate nacional e internacional ya que se apartaba de los estándares establecidos por la jurisprudencia interamericana sobre el derecho a la nacionalidad y a la no discriminación. Y no pasó mucho tiempo sin que, frente a los múltiples cuestionamientos de personalidades y organismos internacionales, el gobierno intentara tímidamente deshacer el entuerto con la emisión de la Ley 169-14 del 26 de mayo de 2014, también polémica ya que dividió las personas afectadas en dos grupos y no generó procesos sencillos y transparentes. Tanto que posteriormente hubo que enmendar la disposición con dos decretos presidenciales y todavía los desnacionalizados que pudieron acogerse al procedimiento de naturalización continúan indocumentados, con riesgo de ser expulsados del país.

La tormenta por "Los parias del Caribe", acompañada de rayos y centellas se hizo sentir con fuerza en el país —poco acostumbrados como estamos al ejercicio intelectual crítico sin ambages. Libérrimo y transgresor, Vargas Llosa entró como una tromba no solo en el tema invariablemente espinoso de la inmigración haitiana, sino también en el sótano donde medran los fantasmas de la malentendida nacionalidad dominicana. Para algunos fue, cuando no una traición una afrenta imperdonable. Para mí, la mayor causa de indignación entre los indignados no fue tanto el contenido del artículo mismo como la poderosa imagen utilizada por el periódico para la ilustración: el mapa de República Dominicana cubierta parcialmente con la bandera nazi. A la postre, el incidente no afectó la relación del país cultural y de los lectores dominicanos con Vargas Llosa. Tampoco el declarado amor del escritor por República Dominicana. En privado nunca dejó de reiterar su aprecio hacia el país que había visto crecer, que admiraba por su democracia y sentía como suyo, donde tenía amigos, casa y disfrutaba desde el mar, el sol, la comida, la música y el habla cadenciosa hasta la algarabía. También lo hizo públicamente en distintas ocasiones: frente al mundo, en el espacio reservado a los inmortales, al recibir el Premio Nobel; poco después, en el año 2010, en el Palacio Nacional, cuando le fue impuesta la Orden Heráldica de Cristóbal Colón Grado Gran Cruz Placa de Plata; y en 2019, cuando participó con gusto y entusiasmo en un conversatorio en la Feria del Libro de Madrid dedicada a República Dominicana. En diálogo de amigos, Mario contó su historia dominicana y enamoramiento de cincuenta años, reveló que pronto publicaría otra novela relacionada con República Dominicana, y sobre La fiesta del chivo, con la espinita de la incomprensión de los que no entendieron que es una novela, volvió a explicar que, si bien es una ficción basada en hechos reales todo lo que en ella ocurre bien pudo pasar en la realidad real.

El 31 de mayo de 2023 fue un día feliz para Mario Vargas Llosa. En presencia de él y de su familia el gobierno dominicano anunció que se le concedería la nacionalidad dominicana. Volvió a elogiar al país, a su juicio un ejemplo para América Latina, y anunció que aquí le gustaría pasar largas temporadas porque se sentía en casa, y por los amigos. No me extrañaría que por las críticas y la intolerancia de los grupos de siempre Mario no haya recibido finalmente la nacionalidad dominicana. De ser así, bien haríamos en otorgarla a Patricia, la mujer de su vida. Sería escribir, con la mejor parte de nosotros, otro momento del amor tempestuoso entre el escritor inmortal y República Dominicana.

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