El viejismo (Discriminación al adulto mayor)
Ser mayor no es retirarse de la vida
Los que estamos en el segmento poblacional designado como adultos mayores sufrimos la percepción social del envejecimiento, que a menudo se centra en la disminución y el retiro de la vida activa. Sin embargo, la realidad demuestra que la edad avanzada no marca necesariamente el fin de la productividad ni de la capacidad de realizar contribuciones significativas a la sociedad. Hay cantidad de hombres y mujeres que, después de los 80 años de edad, continuaron creando, inventando y dejando su impronta a través de sus obras, innovaciones y otros esfuerzos valiosos.
En un mundo que idolatra la juventud y el progreso rápido, el "viejismo" —también conocido como edadismo— se ha convertido en una forma de discriminación silenciosa, pero profundamente arraigada. Este prejuicio hacia las personas mayores afecta la percepción colectiva de la vejez y limita los derechos, la participación y la dignidad de millones de personas en todo el mundo.
Se trata de una idea peligrosa y dañina: que al envejecer, una persona automáticamente deja de ser útil, productiva o relevante.
Esta visión ha calado profundamente en muchas instituciones. En la Iglesia Católica, por ejemplo, los obispos se retiran a los 75 años y, después de los 80, no pueden votar en la elección del Papa, como si por la edad hubieran perdido su capacidad de razonar. En las sociedades financieras ocurre algo similar: no quieren personas mayores en sus órganos de administración, pese a su experiencia y habilidades. Este prejuicio impide que accedamos a oportunidades de capacitación o desarrollo profesional, como si aprender fuera un privilegio exclusivo de los jóvenes. El mercado valora la juventud y la energía —me parece bien—, pero no está bien subestimar el valor del criterio, la paciencia y el liderazgo que aportamos los mayores.
En los medios de comunicación, con frecuencia se presenta a las personas mayores como frágiles, dependientes o desconectadas de la realidad. Y en las redes sociales abundan las burlas sobre la edad, además de los memes que ridiculizan a los ancianos. Es una narrativa injusta e inexacta. Hay muchas personas mayores activas, con una riqueza de conocimientos y experiencias que es absurdo ignorar. Nos rodean muchos ejemplos: el talento empresarial de Pepín Corripio se mantiene a su edad; Balaguer gobernó nuestro país siendo un anciano; Juan Bosch se apartó de la política por enfermedad, no por viejo.
El tema de fondo es que el viejismo ha sido normalizado. Abundan frases como: "ya estás muy viejo para eso" o "¿qué hace ese viejo en la calle?", expresiones que niegan el derecho a una vida plena, digna y saludable solo por tener más años.
Incluso en mi círculo familiar y social, muchos de los que me conocen y saben de mi afición por viajar por provincias, campos y pueblos del país no cesan de preguntarme si manejo mi vehículo. Ante mi respuesta, el asombro y el consejo son automáticos: "Busca un chofer. Ya no estás para eso". Les cuento lo que ocurrió regresando del Santuario del Santo Cristo de Bayaguana. En la carretera Juan Pablo II me detuvo un agente policial bajo el falso cargo de "manejo temerario". Trató de iniciar una conversación. Lo evadí. Me solicitó mi documentación: licencia, cédula y seguro del vehículo. Todo estaba al día. Se retiró a la parte trasera junto a una agente mujer. Después de unos largos minutos, se acercaron a la ventanilla del vehículo y el agente me dijo, literalmente: "Señor, por su edad lo vamos a permitir continuar su viaje". Me entregó los documentos. Le di las gracias y seguí mi camino sin entender el razonamiento de ese joven del cual yo podría ser abuelo.
Combatir el viejismo implica un cambio en la manera en que entendemos el envejecimiento. Es necesario reconocer que envejecer no es un defecto, sino una etapa natural y valiosa de la vida. Las personas mayores merecen respeto y también espacios donde seguir contribuyendo, opinando, decidiendo y viviendo con plenitud.
Luchar contra el viejismo no es un acto de caridad: es una inversión en nuestro propio futuro.