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No todo está perdido: la nueva camada de abogados y el renacer de la ética profesional

La generación que está salvando la profesión jurídica en República Dominicana

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No todo está perdido: la nueva camada de abogados y el renacer de la ética profesional
Los abogados jóvenes que están reconstruyendo la confianza institucional. (SHUTTERSTOCK)

En un país donde la confianza en las instituciones se tambalea con frecuencia y el ejercicio del Derecho ha sido, no pocas veces, objeto de justificados cuestionamientos, es comprensible que muchos miren con desilusión la figura del abogado. Sin embargo, conviene detenernos y observar con atención un fenómeno silencioso pero prometedor: la emergencia de una nueva generación de juristas que encarna un verdadero renacer ético en nuestra profesión.

Esta nueva camada de abogados no solo se distingue por su dominio técnico, sino por una actitud profundamente comprometida con la integridad, la legalidad y el sentido de justicia. Jóvenes profesionales que entienden que la toga no es un símbolo de poder, sino de responsabilidad.

Esto no es una simple percepción idealista. Basta con visitar cualquier aula de posgrado de Derecho en nuestras principales universidades para comprobarlo. Allí, cada día, decenas de abogados en formación avanzada debaten con pasión sobre principios constitucionales, sobre el rol del Estado frente a la ciudadanía, sobre el control del poder y la necesidad de una administración pública transparente. No se trata solo de buscar un título, sino de formarse para ejercer con altura, con visión crítica y con respeto profundo al interés general.

Es admirable ver cómo muchos de estos profesionales han decidido rechazar el camino fácil o corrupto. Se les ve en los tribunales defendiendo causas con decencia; en las asesorías legales comunitarias, acompañando a quienes más lo necesitan; en el sector público, luchando contra inercias y resistencias; y en la docencia, sembrando conciencia en las nuevas generaciones. También están en las redes sociales, divulgando conocimiento jurídico con claridad, accesibilidad y responsabilidad.

Este cambio no ha sido espontáneo. Es fruto de mejores programas de formación, de una mayor exposición al derecho comparado, del despertar cívico que muchas crisis institucionales han generado, y del hartazgo ante la impunidad. La nueva generación ha entendido que la verdadera grandeza del Derecho no está en la letra fría de las normas, sino en la capacidad de transformar la vida de las personas con justicia.

Claro, aún persisten estructuras corrompidas y prácticas nocivas. Pero esta generación no ha llegado a acomodarse: ha llegado a disputar espacios, a elevar estándares, a incomodar lo establecido cuando es injusto.

A estos jóvenes abogados, que actúan con ética sin hacer alarde, les digo: no están solos. Cada decisión correcta que toman, cada línea que escriben con honestidad, cada cliente que asesoran con transparencia, construye el tipo de profesión que soñamos tener.

Por todo esto, en tiempos donde muchos piensan que todo está perdido, yo me atrevo a afirmar lo contrario: la nueva generación nos está recordando que el Derecho aún puede ser una vocación noble, y que la ética profesional no solo es posible, sino urgente.

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