La Piedra de Rosetta: la clave que devolvió la voz al antiguo Egipto
En julio de 1799, durante una expedición militar de Napoleón Bonaparte en Egipto, un grupo de soldados franceses encontró una piedra oscura mientras reconstruían una muralla

Hace más de dos siglos, un bloque de piedra cubierto de letras antiguas cambió para siempre lo que el mundo sabía sobre Egipto. Se llama la Piedra de Rosetta, y gracias a ella los científicos pudieron entender los misteriosos jeroglíficos egipcios que nadie lograba leer desde hacía más de mil años.
El hallazgo que lo cambió todo
En julio de 1799, durante una expedición militar de Napoleón Bonaparte en Egipto, un grupo de soldados franceses encontró una piedra oscura mientras reconstruían una muralla cerca del pueblo de Rashid, conocido por los europeos como Rosetta, en el delta del Nilo.
La pieza, hecha de una roca llamada granodiorita, tenía algo especial: un mismo texto escrito tres veces, pero en idiomas distintos. Uno estaba en jeroglíficos egipcios, el segundo en demótico (una escritura egipcia más simple) y el tercero en griego antiguo. Esa triple inscripción se convirtió en una auténtica "llave" para descifrar el lenguaje perdido de los faraones.
El texto grabado es un decreto del año 196 a.C., emitido durante el reinado del faraón Ptolomeo V Epífanes. En él, los sacerdotes egipcios expresaban su lealtad al joven rey y describían sus buenas obras.
La pieza que hizo hablar a las pirámides
Durante siglos, los jeroglíficos fueron un misterio. Nadie sabía cómo leerlos. Pero como los expertos sí podían entender el griego, usaron esa parte del texto para comparar y deducir los sonidos y significados de los símbolos egipcios.
El primer avance importante llegó en 1814, cuando el científico británico Thomas Young descubrió que algunos jeroglíficos representaban sonidos. Años después, en 1822, el francés Jean-François Champollion logró dar el paso decisivo: comprendió que los jeroglíficos combinaban símbolos, ideas y sonidos, y así descifró el idioma del antiguo Egipto.
Su trabajo permitió leer inscripciones en templos, tumbas y papiros, y con ello reconstruir miles de años de historia. Sin la Piedra de Rosetta, buena parte de lo que hoy se sabe sobre los faraones, las pirámides y la vida en el Nilo seguiría siendo un enigma.
Un tesoro científico y cultural
Actualmente, la Piedra de Rosetta se encuentra en el Museo Británico de Londres, donde es una de las piezas más visitadas. Mide aproximadamente 1,12 metros de alto y 76 centímetros de ancho, aunque está incompleta: el fragmento superior, con parte del texto jeroglífico, se perdió.
Los estudios modernos, publicados en revistas como Nature y en instituciones como el American Research Center in Egypt, consideran este hallazgo un punto de partida para la egiptología moderna. Gracias a ella se desarrollaron métodos científicos para estudiar lenguas muertas y descifrar escrituras antiguas en otras culturas.
Un símbolo de conocimiento universal
Más allá de su valor arqueológico, la Piedra de Rosetta se ha convertido en un símbolo de comunicación y entendimiento. En tecnología, por ejemplo, el nombre "Rosetta" se usa para programas que traducen un lenguaje a otro, en homenaje a su función original.
Egipto ha pedido varias veces la devolución de la piedra, alegando que es parte de su patrimonio nacional. El Museo Británico ha respondido que pertenece a la historia compartida de la humanidad, aunque el debate sigue abierto.
La piedra que enseñó a leer al mundo antiguo
En pocas palabras, la Piedra de Rosetta no es solo un pedazo de roca con letras: es el puente que unió el pasado y el presente. Gracias a ella, los científicos pudieron escuchar de nuevo la voz de una civilización que había estado en silencio durante más de mil años.
Y aunque hoy los jeroglíficos adornan camisetas y emojis, todo comenzó con esa piedra hallada por casualidad en 1799, bajo el sol del desierto egipcio.

