Sentimiento de culpa, un autocastigo innecesario
El psicólogo Pedro Jara aplica un enfoque diferente, que se aparta de las visiones tradicionales, en lo relativo a las emociones

Los desórdenes, malestares y conflictos en los que están involucradas la ira, la indignación o la culpa son algunos de los problemas más frecuentes que los psicólogos abordan con sus pacientes en sus consultas, pero el psicólogo Pedro Jara trata las cuestiones emocionales de una manera diferente de la habitual.
Con un enfoque atrevido y que desafía algunos planteamientos imperantes en psicología, Jara considera que ciertas emociones como la ira o la culpa son totalmente innecesarias para el ser humano moderno, aportando perjuicios psicológicos pero ningún beneficio.
Denomina ´emociones fósiles´ a estas alteraciones del ánimo, porque el ser humano las arrastra desde la prehistoria. Ese es también el título de su último libro, donde describe estas emociones que considera "innecesarias e inservibles" y explica a EFE cómo acabar con ellas de raíz, para lograr así una vida mucho más serena, equilibrada y feliz.
Con una argumentación novedosa, que algunos califican como "un método de educación para la paz", Jara intenta descartar el extendido mito de que todas las emociones sirven a un propósito y son adaptativas, es decir que nos permiten adaptarnos adecuadamente al entorno, distintas situaciones y a la sociedad.
En lugar de enfocarse en controlar o gestionar mejor esas emociones, como postulan las corrientes psicológicas convencionales, este especialista ofrece herramientas para eliminarlas, "al hacernos conscientes y responsables de nuestros actos de una manera más objetiva y constructiva, sin que por ello nos convirtamos en seres débiles, egoístas o poco empáticos".

Visión integradora
Jara es especialista en Psicología Clínica, psicoterapeuta en práctica privada desde 1992 y profesor asociado en la Universidad de Murcia, en España.
Además de numerosos artículos en ámbitos académicos y profesionales, ha publicado obras divulgativas, que reflejan su visión integradora de la Psicología, conectada con todas las demás dimensiones y ámbitos de la experiencia humana, incluida el social.
"¿Piensas que sirve de algo sentir indignación cuando alguien te engaña o te desprecia? ¿Crees que tiene sentido sentirte culpable por la forma en que otros puedan tomarse tus actos?", señala Jara.
Desde su punto de vista, no necesitamos indignarnos o culpabilizarnos, porque esas emociones solo nos generan sufrimiento, desequilibrio y malestar.
Por otra parte, añade "¿Qué harías si supieras que el 99 % de los enfados que experimentamos durante nuestra vida, con nosotros mismos o los demás, son inútiles?".
Por esa razón "no se trata de controlar o gestionar mejor nuestros enfados, sino de acabar con ellos de raíz", según señala.
La inutilidad de sentirnos culpables
Respecto del sentimiento de culpa o culpabilidad, Jara explica que se lo considera como "una emoción secundaria y específicamente humana".
Esto significa que "es una experiencia autoconsciente con un componente cultural o moral importante en su configuración, a diferencia de las emociones primarias, que son más instintivas y que tenemos en común con otros mamíferos".
"El propósito o función principal de la culpa ha sido siempre poner un freno interno a los impulsos agresivos, abusivos o de algún modo dañinos para la comunidad, de cara a preservar lo que se considera en cada momento como un comportamiento moralmente adecuado", explica a EFE.
Jara considera que la culpa es una emoción inservible o innecesaria, "porque, aunque su función es pretendidamente adaptativa, como en cualquier emoción, se trata de una estrategia emocional torpe en cuanto a sus resultados", según sostiene.
El hecho de que una emoción tenga un propósito pretendidamente "válido y adaptativo no tiene por qué ir acompañado de una estrategia adecuada a tal fin, sino que puede resultar completamente contraproducente en sus efectos", explica.
Para Jara, "la culpa cumple su propósito de forma muy limitada y con importantes efectos secundarios. Por otra parte, es posible desarrollar maneras más evolucionadas y eficientes de corregir nuestros errores y de poner freno a nuestros impulsos dañinos".

El sentimiento de culpa "es como la punta de un cuchillo intentando apretar un tornillo", según Jara, y lo que este psicólogo plantea consiste, siguiendo con la metáfora de las herramientas, en fomentar "una evolución hacia el destornillador", asegura.
Señala que "en psicología suele afirmarse que existe una culpabilidad manifiestamente autodestructiva que conviene eliminar, pero también una culpa saludable que nos permite aprender".
Jara sostiene, por su parte, que "no existe ninguna culpa saludable" y que cuando podría considerarse que esta emoción "resulta positiva ya no se trata propiamente de culpa, sino de una mera conciencia y sentido de responsabilidad".
"La culpa es autopunitiva por definición, y siempre implica una postura de reproche, desprecio hacia uno mismo y autocastigo, lo cual es una estrategia emocional mediocre para nuestra mejora", recalca.
Mecanismos y efectos de una emoción ´torpe´
Jara señala que hay multitud de manifestaciones culposas. Para explicar sus características básicas analiza un ejemplo habitual de este sentimiento, que permite "ilustrar la torpeza de la culpa y los mecanismos mediante los cuales se genera en nosotros".
"Cuando alguien va cediendo y permitiendo de forma leve pero más o menos continuada ciertas presiones, controles o invasiones de otra persona (por ejemplo, su pareja o sus padres) es muy probable que en diversos momentos descargue, por acumulación, comentarios estúpidos o agresivos sobre esa persona", señala.
Explica que "poco después, la persona que ha efectuado esos comentarios negativos comienza a sentirse culpable debido a las malas formas que exhibió y por haberle hecho daño a alguien que quiere".
"En este caso, la culpa parecería cumplir una función correctiva, consistente en evitar que se vuelvan a hacer comentarios de ese tipo una próxima vez, pero lo que en realidad consigue es impulsar a la persona a que vuelva a ceder y permita una excesiva invasión o control por parte de los demás", según Jara.
"Se trata de una forma torpe de compensar un exceso, que solo consigue que la persona culposa vuelva a incubar una inevitable próxima explosión emocional, en un efecto pendular", añade.
A juicio de Jara, "este un buen ejemplo de cómo la culpa aparece en ocasiones ante conductas que ciertamente son erróneas y dañinas, pero lo que consigue es facilitar la reincidencia, dado que suele empeorar las causas que han llevado a cometer ese error", apunta.
Este especialista señala que una alternativa provechosa a este tipo de culpa radica en que la persona desarrolle una actitud de autoempatía (habilidad para percibir e identificar lo que sucede en nuestro interior) y de aprendizaje.
"Esto le ayudará a comprender apropiadamente los mecanismos que la han llevado a una explosión emocional, y a motivarse para ponerle límites a los demás de una manera más firme y continuada, y también más respetuosa", asegura.

Claves para desactivar la culpa
Jara explica a EFE que "no hay recetas simples y rápidas para desactivar un sentimiento de culpa" sino que se necesita efectuar un trabajo psicológico continuado para mejorar nuestra autoempatía y tener una actitud comprensiva hacía los aspectos más fallidos de nosotros mismos".
"Solo desde el autoconocimiento, que se ve bloqueado por el juicio culpabilizador, es posible aprender y mejorar de manera duradera y ejercer la verdadera autorresponsabilidad, es decir responsabilizarnos de nuestras acciones, decisiones y resultados en nuestra propia vida".
En este sentido, Jara recomienda que nos planteemos, con mucho en responderlas, preguntas como las siguientes:
- ¿Qué es lo mejor que yo puedo hacer respecto del desvarío o error en el que he incurrido?,
- ¿Qué me ha llevado a él?
- ¿Cuáles han sido las causas de lo que he hecho?
- ¿Qué habilidades, comprensiones o actitudes he pasado por alto y tengo que incorporar...?.
"En ese proceso de ´mirarnos hacia dentro´ también es preciso que nos hagamos otras preguntas de cuestionamiento acerca de las creencias o normas morales que sustentan la culpa", señala.
El autor se refiere a preguntas del tipo: "¿y esto quién lo dice?, ¿dónde está escrito?, ¿qué pienso yo al respecto?, ¿estoy de acuerdo?, ¿esta creencia es realmente mía y me ayuda, o es una absurda adherencia que me han pegado a la cabeza?".
"Es fácil hablar de convertirnos en librepensadores y en personas conscientes, pero hacerlo realidad es uno de los retos más difíciles, y a la vez más necesarios, en este mundo", concluye.

EFE