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¿Por qué la mayoría de las dietas no funcionan realmente?

Las dietas rápidas de moda suelen prometer resultados rápidos y notables, pero muchas carecen de fundamentos científicos sólidos

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¿Por qué la mayoría de las dietas no funcionan realmente?
Las dietas populares suelen fracasar a largo plazo debido a su falta de sostenibilidad, rigidez y escaso enfoque en la individualidad. (SHUTTERSTOCK)

La mayoría de las dietas, especialmente las populares y de moda, no logran resultados sostenibles para quienes buscan perder peso o mejorar su salud. Pero, ¿a qué nos referimos cuando decimos que "no funcionan"?

No se trata únicamente de la incapacidad de perder peso a corto plazo, sino de la alta tasa de recuperación de peso, la frustración psicológica, y el impacto negativo en la relación con la comida.

Estudios muestran que más del 80% de las personas que pierden peso con dietas estrictas lo recuperan en menos de cinco años, muchas veces sumando kilos adicionales. Esto apunta a problemas sistémicos en las tendencias dietéticas.

Las dietas de moda suelen prometer resultados rápidos y notables, pero muchas carecen de fundamentos científicos sólidos.

Planes como las dietas cetogénicas, paleo o los ayunos intermitentes pueden tener beneficios en contextos específicos, pero su falta de adaptabilidad y sostenibilidad limita su efectividad a largo plazo. Estas estrategias tienden a ser restrictivas, eliminando grupos enteros de alimentos o imponiendo reglas rígidas que no consideran las preferencias personales ni las necesidades individuales.

Además, rara vez se enfatiza la importancia de combinar estas dietas con actividad física adecuada, otro factor crucial para el éxito en la gestión del peso y la salud metabólica.

La importancia del ejercicio

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La actividad física es un componente esencial que a menudo queda relegado en las discusiones sobre pérdida de peso. Sin embargo, no cualquier ejercicio es ideal para todas las personas.

La intensidad, frecuencia y tipo de actividad deben adaptarse a las capacidades, objetivos y condiciones de salud de cada individuo. Ejercicios aeróbicos, entrenamientos de fuerza y actividades funcionales pueden mejorar la composición corporal y facilitar el mantenimiento del peso perdido, además de aportar beneficios adicionales para la salud mental.

No hay soluciones mágicas

Sin una adecuada orientación profesional, muchas personas combinan dietas restrictivas con regímenes de ejercicio extenuantes, lo que puede resultar en desmotivación, lesiones o incluso alteraciones hormonales, especialmente en mujeres.

Por otro lado, en casos específicos, el uso de fármacos puede complementar un enfoque integral para la pérdida de peso. Medicamentos como la semaglutida o inhibidores del apetito están respaldados por evidencia científica en pacientes con obesidad o trastornos metabólicos, pero no son soluciones mágicas.

Su uso debe estar estrictamente supervisado por un médico, ya que pueden presentar efectos secundarios y no sustituyen la necesidad de abordar hábitos alimenticios y estilos de vida saludables. Los fármacos son herramientas, no la base del tratamiento, y deben formar parte de un plan que incluya educación nutricional, ejercicio y apoyo psicológico.

La sostenibilidad sigue siendo un pilar fundamental que pocas dietas consideran. El éxito a largo plazo depende no solo de la adherencia individual, sino también de factores prácticos como el costo, la accesibilidad y el tiempo para preparar comidas.

Las personas con recursos limitados o estilos de vida ocupados enfrentan barreras adicionales que dificultan la implementación de estos planes.

La clave está en la personalización

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Además, la individualidad es clave. Cada persona tiene una composición corporal, necesidades metabólicas y contextos socioemocionales únicos. Muchas dietas se presentan como soluciones universales, ignorando que lo que funciona para una persona puede ser contraproducente para otra.

En condiciones médicas como diabetes, síndrome de ovario poliquístico o enfermedades gastrointestinales, las estrategias deben ser personalizadas para ser realmente efectivas.

Entonces, ¿qué podría funcionar? La respuesta radica en un enfoque integral, flexible y basado en evidencia. Esto incluye una combinación equilibrada de nutrición personalizada, actividad física adecuada y, en casos necesarios, herramientas como fármacos o terapias psicológicas.

La educación alimentaria, el respeto por las preferencias culturales y la accesibilidad económica también son fundamentales para garantizar un cambio sostenible. Solo un enfoque que abarque todas estas áreas puede ofrecer resultados duraderos y mejorar la salud nutricional a largo plazo.

TEMAS -

Dra. Erika Pérez-Lara Doctora en Medicina. Especialidad en Nutriología Clínica en INTEC. Master en Nutrición y Alimentación en Universidad de Barcelona (UB).