¿Y si la fuerza de tu mano pudiera predecir tu riesgo de muerte?
Fuerza prensil, el nuevo signo vital en adultos mayores

La fuerza prensil, definida como la capacidad de la mano para ejercer presión, ha emergido en las últimas décadas como un marcador clínico de notable relevancia, más allá de su aparente simplicidad.
Medir la fuerza de agarre con un dinamómetro, procedimiento rápido, económico y no invasivo, permite obtener información valiosa sobre el estado funcional, nutricional y pronóstico de los pacientes, en especial en poblaciones vulnerables como adultos mayores, pacientes con enfermedades crónicas, hospitalizados o en rehabilitación.
La importancia de la fuerza prensil radica en su capacidad para reflejar la fuerza muscular global. Aunque se mida en una extremidad específica, diversos estudios han demostrado que existe una correlación sólida entre la fuerza de agarre y la masa y funcionalidad muscular general.
Este marcador actúa como una representación indirecta del estado muscular total del organismo, lo que resulta especialmente útil en contextos donde no es posible realizar mediciones más complejas o invasivas.
Su utilidad también se extiende a pacientes con limitaciones físicas, lesiones ortopédicas o discapacidades que impiden la evaluación directa de la fuerza de miembros inferiores o de grandes grupos musculares.
En estos casos, la fuerza prensil permite valorar las adaptaciones funcionales que el cuerpo ha desarrollado frente a una lesión, deterioro crónico o compensación biomecánica.
En adultos mayores, la disminución de la fuerza de agarre se asocia con un mayor riesgo de caídas, discapacidad, pérdida de independencia y mortalidad. En contextos clínicos, es un marcador temprano de sarcopenia y desnutrición funcional, anticipándose incluso a la pérdida de peso o cambios en los parámetros bioquímicos convencionales.
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Desde la perspectiva nutricional, la fuerza prensil ha sido incorporada por la Global Leadership Initiative on Malnutrition (GLIM) como uno de los criterios diagnósticos de desnutrición, reconociendo que la pérdida de fuerza puede preceder a otras manifestaciones clínicas.
En pacientes hospitalizados, oncológicos, con enfermedades inflamatorias o en recuperación posquirúrgica, una baja fuerza de agarre puede alertar sobre un déficit energético-proteico, inflamación persistente o un inadecuado proceso de rehabilitación.
Estudios que la avalan
Diversos estudios respaldan el valor predictivo de este marcador.
El estudio PURE, publicado en The Lancet en 2015, evaluó a más de 140,000 adultos de 17 países y concluyó que la disminución de la fuerza de agarre se asocia de manera independiente con un mayor riesgo de mortalidad global y cardiovascular, superando incluso a la presión arterial sistólica como predictor.
Por otro lado, una revisión sistemática de Rijk et al., publicada en Ageing Research Reviews en 2016, confirmó que la fuerza prensil es el predictor más consistente de mortalidad y deterioro funcional en adultos mayores. Bohannon, en una revisión de 2008, también destaca su valor para predecir caídas, hospitalizaciones prolongadas y dependencia.
Su utilidad clínica no se limita al ámbito geriátrico. En enfermedades crónicas como la enfermedad renal, la EPOC o el cáncer, la fuerza prensil se correlaciona con el pronóstico, la tolerancia al tratamiento y la recuperación funcional.
Además, su monitoreo periódico permite evaluar la eficacia de intervenciones nutricionales, programas de ejercicio o rehabilitación, aportando una medida objetiva del progreso del paciente.
La fuerza prensil, por tanto, debería considerarse una herramienta esencial en la práctica clínica y nutricional. Su integración sistemática en la evaluación de pacientes permite una visión más completa y funcional del estado de salud, facilitando una intervención precoz y personalizada.
En un contexto de envejecimiento poblacional, aumento de enfermedades crónicas y limitaciones físicas crecientes, valorar este marcador puede marcar la diferencia en la prevención y manejo de la fragilidad, la sarcopenia, las adaptaciones musculares a lesiones y la desnutrición clínica.