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Un objeto cotidiano

El libro más allá de las palabras, un viaje por su anatomía

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Un objeto cotidiano
Vocabulario libresco, las palabras que todo lector debería conocer. (SHUTTERSTOCK)

Tomamos un libro, lo abrimos, lo hojeamos y nos disponemos a sumergirnos en esa promesa de ampliación de nuestra vida que significa la lectura.

Si hacemos caso a lo que nos dice el Diccionario de la lengua española, un libro es ´una obra científica, literaria o de cualquier otra índole con extensión suficiente para formar un volumen, que puede aparecer impresa o en otro soporte´.

Hoy no vamos a detenernos en el contenido, sino en el continente, en la materialidad del libro. Y vamos a hacerlo porque a su alrededor gira toda una familia de palabras hermosas.

Como casi todo en esta lengua nuestra, tan extensa en el tiempo y el espacio, este vocabulario libresco está marcado por la variedad y la riqueza.

Los lectores de esta Eñe, a los que supongo amantes de los libros, disfrutarán de conocer estas voces. Nuestra protagonista será entonces esa otra acepción de la palabra libro: ´Conjunto de muchas hojas de papel u otra material semejante que, encuadernadas, forman un volumen´.

Míremos nuestro libro a la cara. Lo primero que vemos es la cubierta, también llamada tapa o cubierta anterior. Si la cara es el espejo del alma, la cubierta viene a ser el espejo del alma del libro.

La parte trasera de la cubierta, donde solemos buscar algún dato más sobre su contenido, se denomina contracubierta o cubierta posterior. Si el libro está colocado debidamente en un estante, lo que vemos es su lomo, casi como la espalda de un ser vivo.

El lomo une la cubierta y la contracubierta; en su parte externa, aparece el rótulo, generalmente el título de la obra y el nombre del autor. En su interior se cosen o se pegan las hojas que forman el libro.

Gracias a las bisagras, la unión de cada una de las cubiertas, anterior y posterior, con el lomo, podemos abrir la puerta delantera y trasera de ese universo que nos espera entre las páginas del libro.

A la parte opuesta al lomo, formada por el filo de todas las páginas, la denominamos canto. Los hay incluso vistosamente decorados. Cuántas veces los amantes de los libros pasamos nuestros dedos por el canto como anticipación del placer que nos espera con la lectura.

En los libros de tapa blanda, la cubierta suele tener dos solapas que se cierran hacia el interior. En cambio, en los de tapa dura, notamos que las guardas unen cubierta y contracubierta con la tripa del libro. Y sí, el cuerpo de páginas se denomina tripa, como nuestro vientre o como el interior de un cigarro.

Hay una guarda pegada al interior de las cubiertas y hay, además, otras dos, que no se pegan, a las que llamamos guarda volante, la anterior, y contraguarda, la posterior.

A los libros de tapa dura, además, les gusta engalanarse con una sobrecubierta, también llamada, como si el libro se ataviara para un evento de gala, camisa, capa o chaleco. Y por si esto no fuera suficiente, a veces los libros se ponen incluso una faja, una tira de papel estrecha en la que se promociona la edición con datos editoriales o reseñas de la obra.

El libro está en nuestras manos todavía casi sin abrir. Nos espera toda una aventura cuando conozcamos más de su forma interior y, muy especialmente, cuando empecemos a leer.

TEMAS -

María José Rincón González, filóloga y lexicógrafa. Apasionada de las palabras, también desde la letra Zeta de la Academia Dominicana de la Lengua.