Un signo humanizador
Por qué el punto y coma es la elegancia hecha signo ortográfico

No es casualidad que el punto y coma esté compuesto precisamente por un punto superpuesto a una coma. Su naturaleza participa un poco de cada uno de estos signos ortográficos.
Esa personalidad dual lo convierte en mi signo de puntuación favorito.
La semana pasada Noelia Ramírez escribía en el diario español El País que quizás ha llegado el momento de «volver al signo que ya nadie quiere escribir», en alusión al punto y coma, al que considera el signo de puntuación «más aristócrata de todos»; uno que sirve, según ella, para poco más que para demostrar que se ha accedido a una educación superior.
Después de reconsiderarlo, reclama su uso como forma de probar que los textos que escribimos no siguen el dictado de la inteligencia artificial, como último recurso «para probarnos como humanos».
Cuerpo y alma
¿Por qué será eso de que el uso adecuado del punto y coma «humaniza» nuestros escritos? La Ortografía de la lengua española nos da una pista cuando nos dice que es el punto y coma, «de todos los signos de puntuación, el que presenta un mayor grado de subjetividad en su empleo».
A veces podemos optar por una humilde coma; otras, elegir un punto; incluso, en ocasiones, podemos recurrir a los dos puntos. Con la posibilidad de elegir y de introducir matices significativos en lo que escribimos entra en juego nuestra subjetividad.
El uso del punto y coma no es una cuestión de todo o nada, sino de grado. Expresa un grado mayor de independencia sintáctica entre dos frases que la coma y un grado menor que el punto. Dónde esté el límite depende del sentido que queramos dar a nuestras palabras.
Y es precisamente su opcionalidad lo que nos provoca dudas.
Usamos las comas para separar los elementos que integran una enumeración: Nos ofrecieron café, té y jugo. Imaginen ahora que cada uno de estos elementos contiene a su vez una coma: Nos ofrecieron café, normal y descafeinado; té natural o frío; y jugos de piña, guayaba y cereza, con y sin azúcar.
En este último ejemplo tienen al punto y coma en funcionamiento, separando los elementos complejos de la enumeración. La elección es eminentemente práctica, porque una mejor organización de lo escrito aporta claridad al texto.
El punto señala en la escritura la separación entre dos oraciones sintácticamente independientes; el punto y coma también. ¿Qué los diferencia entonces? ¿Qué nos hace preferir uno u otro signo?
Elegiremos el punto y coma cuando queramos destacar que entre las dos oraciones, aun con su independencia sintáctica, existe una relación de significado muy estrecha.
Uso a menudo este ejemplo: Se ha emitido una alerta de huracán. Debemos mantenernos atentos a los boletines de las autoridades.
Si en este enunciado sustituimos el punto por un punto y coma, realmente decimos lo mismo, pero agregamos el matiz de que, en nuestra opinión, la emisión de una alerta está íntimamente relacionada con la atención a los boletines informativos.
Por supuesto, es una cuestión de apreciación subjetiva, de sutileza y elegancia, cosas de las que carece, por el momento, la inteligencia artificial. En definitiva, una cuestión de matices significativos y expresivos, que pueden pasar desapercibidos para lectores poco aguzados, pero que siempre aportan un carácter especial a lo que escribimos.