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Abrazos apretados

Abrazos, costillas y grifos, las historias ocultas detrás de palabras cotidianas

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Abrazos apretados
Etimología: cómo el latín, el griego y otras lenguas dieron forma a las palabras que usamos hoy. (SHUTTERSTOCK)

Hasta la más humilde de las palabras puede presumir de su origen.

Las hay que se remontan al latín o al griego; las hay que pasaron al español desde otras lenguas o que  nos llegan de lejos, a veces, de muy lejos; otras nos las prestaron los pueblos que convivieron o todavía conviven con el español.

Disfrutemos hoy del camino recorrido por un puñado de palabras humildes, cotidianas; guardan en sus mochilas historias curiosas que cuentan mucho de cómo éramos y cómo seguimos siendo los seres humanos.

El sustantivo centro llegó a nuestra lengua desde el latín centrum; el latín lo había adoptado del griego kéntron, donde significaba ´aguijón´ y ´punta del compás en la que se apoya el trazado de la circunferencia´.

Sin duda, una metáfora muy visual para referirnos a ese punto interior equidistante de una zona delimitada o, figuradamente, al lugar del que se parte o donde se converge. Y dirán ustedes que para disfrutar de estas historias hay que saber etimología.

Se equivocan. Basta con hojear, aunque sea digitalmente, el Diccionario de la lengua española. (Claro, además de leer esta Eñe).

¿A quién no le gusta un abrazo apretado? Nos rodean con los brazos y nos acercan al pecho como acogiéndonos en un cálido refugio. En el origen de nuestro verbo apretar ya estaba ese pecho.

En el latín tardío, donde se originó, el verbo appectorare era un derivado del latino pectus, pectoris ´pecho´. La preciosa definición del Diccionario de la lengua española nos lo hace presente: ´Estrechar algo contra el pecho o ceñir, de ordinario con las manos o los brazos´.

Quizás el adjetivo genuino, genuina es una palabra un poco más dominguera, pero lleva también a cuestas su pequeña gran historia. Lo genuino es aquello que consideramos auténtico, legítimo.

Su origen está en el latín genuinus, que deriva de la palabra genu ´rodilla´. (En español también está este genus en genuflexión o genuflexo, vinculados a la acción de doblar la rodilla acercándola al suelo en señal de reverencia).

¿Y qué tiene que ver, se preguntarán ustedes, la rodilla con la autenticidad o la legitimidad? Tiene que ver, y mucho. Los padres romanos escenificaban ritualmente el reconocimiento de sus hijos levantándolos del suelo y colocándolos sobre sus rodillas.

La palabra costa significaba en latín ´lado, costado´ y también ´costilla´. De ella procede nuestra costa, referida a la orilla de un cuerpo de agua.

También se usaba para referirse a las costillas (todavía se puede apreciar su origen en este sustantivo diminutivo). Aunque ese uso ya se ha perdido, resuena en el verbo acostar, porque ¿quién no se acuesta sobre las costillas?

Acabemos con una muy nuestra. Hablamos del cabello grifo cuando nos referimos al que es ensortijado o está enmarañado. ¿Sabían que este grifo nuestro también viene del latín y del griego?

En griego el grypós era un animal fabuloso que tenía la parte superior del cuerpo como un águila y la de abajo como un león. Es la misma palabra con la que designamos además a la llave del agua. Este último uso parece deberse a la costumbre de adornar con cabezas de animales estas llaves.

Déjense dar un abrazo apretado por las palabras. Guardan para nosotros curiosos tesoros dignos del mejor de los relatos al amor de la lumbre.

TEMAS -

María José Rincón González, filóloga y lexicógrafa. Apasionada de las palabras, también desde la letra Zeta de la Academia Dominicana de la Lengua.