×
Versión Impresa
versión impresa
Secciones
Última Hora
Podcasts
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Juegos
Herramientas
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Redes Sociales

¿Muda?

Quizá sea la hache la letra más denostada y original de nuestro abecedario

Expandir imagen
¿Muda?
La hache, de letra "muda" a guardiana de la historia del español. (SHUTTERSTOCK)

Quizá sea la hache la letra más denostada de nuestro abecedario. Sin duda es una letra original: la única que no representa ningún sonido en español. Gracias a esta peculiaridad se ha ganado a pulso el apelativo de «hache muda». Pero la hache no siempre fue muda.

Desde muy pronto en los orígenes del español la efe inicial de las palabras latinas empezó a pronunciarse con una aspiración. Aunque el sonido hubiera cambiado, la escritura no se modificó hasta el siglo XVI, en el que la h- empezó a desbancar a la f- para representar esa aspiración.

Pongamos un ejemplo. La palabra farina (del latín farina) se pronunciaba algo así como jarina en el español medieval, aunque se siguiera escribiendo farina.

En el siglo XVI se hizo común que en la escritura se reflejara la «nueva» pronunciación y así empezó a escribirse harina, con una hache inicial que todavía representaba un sonido aspirado.

Simultáneamente en este siglo la aspiración inicial en estas palabras empezó a desaparecer. Las cosas de la lengua que, como las de palacio, suelen ir despacio. Todavía conservamos en español muchos restos de esta aspiración medieval, especialmente en el español que se habla en Andalucía, Extremadura y Canarias, y, por supuesto, en el español americano.

Ahora que sabemos que la mudez de la hache es relativa, podemos explicar algunos fenómenos característicos, aunque no exclusivos, que apreciamos en el léxico dominicano.

Seguro que han dicho u oído el verbo jarinear o los sustantivos jarina o jarinita para referirse a una lluvia muy menuda. Detrás de las tres está aquel latino farina. No son voces exclusivas del español dominicano, pero en ellas descubrimos, ya representada con la letra jota, esa antigua aspiración medieval que seguimos manteniendo.

Desgranemos un puñado de ejemplos que nos llevarán hacia el pasado que pervive en el presente gracias a la historia de nuestras palabras. Párense a pensar en esta familia de términos del español: humo, humareda, humazo, humero.

Piensen si no las han oído pronunciar más de una vez como jumo, jumareda, jumazo, jumero, con esa aspiración inicial que se esconde detrás de la jota.

Ya no es tan cotidiana, al menos en el medio urbano, pero ¿qué me dicen de la jumeadora? Detrás de todas ellas está la aspiración de la f- inicial latina de fumus.

El asunto ortográfico está lejos de resolverse. Cuando empezamos a trabajar en el Diccionario del español dominicano debimos decidir qué hacer con casos como el humeadora/jumeadora, pares de variantes gráficas de la misma palabra que contaban con el respaldo del uso de los dominicanos.

Nuestro diccionario las registra ambas, pero no todos lo hacen. De esta misma familia, con el mismo origen, también nos suenan jumo, juma, jumera o ajumar(se). Su carácter coloquial favorece que la aspiración sea generalizada y que este fenómeno esté plenamente consolidado en la ortografía.

Algunas de nuestras palabras, aunque no las escribamos con jota, seguimos pronunciándolas con aspiración inicial: heder (del latín foetere) y hediondo (del latín vulgar foetibundus); harto (del latín fartus); hilo (del latín filum) y ahilarse; hierro (del latín ferrum).

Cierto es que el registro culto del español huye de estas aspiraciones. Sin embargo, en el habla coloquial siguen resonando las voces de aquellos que hace ya muchos siglos empezaron a balbucear en español.

TEMAS -

María José Rincón González, filóloga y lexicógrafa. Apasionada de las palabras, también desde la letra Zeta de la Academia Dominicana de la Lengua.