Uno de los tres golpes
Nuestra riqueza y variedad culinaria también se refleja en las palabras, y los diccionarios tratan de dar cuenta de ella

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Nuestra Eñe de hoy va a tener como protagonista estelar al salami dominicano. No es mi intención despertar su apetito, sino –ya me conocen– dirigir su mirada a la palabra.
El 7 de septiembre, declarado en la República Dominicana Día Nacional del Salami, salió a la luz una campaña de la empresa Sosúa que se propone que el salami dominicano sea reconocido como patrimonio cultural y gastronómico de la humanidad por parte de la Unesco.
Centrémonos en la palabra. Si consultamos la definición de salami en el Diccionario de la lengua española de la RAE notamos que se aleja, ligeramente, de lo que los dominicanos entendemos por salami: ´Embutido hecho con carne vacuna y carne y grasa de cerdo, picadas y mezcladas en determinadas proporciones, que, curado y prensado dentro de una tripa o de un tubo de material sintético, se come crudo´.
Mayorcitas y menorcitas
Basta comparar con la definición de salami que nos ofrece el Diccionario del español dominicano: ´Embutido elaborado con carne molida, grasa y especias que se consume generalmente rebanado o troceado y salteado o a la plancha´. Imagino que habrá algún que otro salami diferente en el mundo hispánico.
Nuestra riqueza y variedad culinaria también se refleja en las palabras, y los diccionarios tratan de dar cuenta de ella.
Si atendemos a su etimología, la palabra salami llega al español desde el italiano salami, plural de salame; este, a su vez, procede del latín medieval salamen, que significaba ´condimento´, ´salsa´. En el origen de este salamen está, sin duda, la palabra latina sal.
Más allá de aprender algo más sobre el término salami, que nunca viene mal conocer bien nuestras palabras, no puedo dejar de referirme a la consigna con la que se promociona la curiosa iniciativa publicitaria.
Lejos yo de tierras dominicanas por unos días, me envía el titular mi querido Alejandro Castelli, con el ojo ortográfico entrenado por su condición de corrector.
Y leo allí en grandes letras destacadas: «El salami dominicano merece ser reconocido como debe de ser». Y, de nuevo, en la solicitud a la atención de la UNESCO: «El salami dominicano debe ser reconocido como debe de ser».
Muy pocas cosas hay en la lengua que estén ahí y no tengan su razón de ser. Cuando usamos el verbo deber como auxiliar siempre hay que tener presente que podemos lograr dos sentidos diferentes dependiendo de si lo construimos con la preposición de o sin ella.
Si nuestra intención es denotar obligación, compromiso, responsabilidad, la construcción correcta es deber + infinitivo: Las normas ortográficas deben cumplirse; en cambio, si nuestro deseo es denotar probabilidad o suposición, la construcción correcta es deber de + infinitivo: Debe de estar reunida, porque no contesta las llamadas.
Revisen ahora el eslogan de la campaña y pregúntense si estamos planteando un compromiso, una obligación («reconocido como debe ser») o una probabilidad o suposición («como debe de ser»). El error podría haberse evitado con una sencilla consulta al Diccionario panhispánico de dudas, que está a disposición de todos gratuitamente en línea.
Dejo a su consideración la propuesta empresarial; por mi parte, en lo relativo a la gastronomía, solo apunto que sin el salami los tres golpes quedarían reducidos a dos y el carrito dejaría de tener ruedas.