Lectura divertida y saludable
Leer es gozar; leer es aprender; leer es hablar y escribir mejor

Alcanzamos hoy el ecuador de la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo.
La lectura es un acto íntimo, para el que buscamos –cuando es posible en este escandaloso mundo nuestro– el silencio; además, los lectores disfrutamos de hablar de libros y de que nos hablen de ellos. Y no hay mejor ocasión que una feria del libro.
Lectores de todos los tiempos han confesado su pasión –a veces desmedida– por los libros. Vladimir Nabokov se escandalizaba, en su extraordinaria y extravagante novela Pálido fuego, de que los seres humanos hubieran perdido la capacidad de asombro ante el prodigio de la escritura.
Nos hemos acostumbrado al «milagro de unos pocos signos escritos capaces de contener [...] nuevos mundos»; y lo hemos hecho porque tenemos la inmensa suerte de haber nacido en una sociedad que nos ha permitido, mal que bien, aprender a leer.
Reflexionando sobre las bondades de la lectura le pedía yo en estos días a la inteligencia artificial generativa que me detallara diez beneficios de leer (Nada me inquieta más que comprobar que esta inteligencia nunca se queda callada.
Uno de los tres golpes
Pocas veces practica ese ejercicio tan saludable que es reconocer que no se sabe, que no se tiene la respuesta). Lo hizo, vaya si lo hizo, pero le faltó el más importante, ese que olvidamos siempre: leer es gozar.
Dos de las mejores referencias al placer de la lectura se las debemos – a quién si no– a Miguel de Cervantes.
El amigo que aconseja al autor del Quijote en el prólogo lo anima a escribir una obra que le guste al lector: «Procurad también que leyendo vuestra historia el melancólico se mueva a risa, el risueño la acreciente, el simple no se enfade, el discreto se admire de la invención, el grave no la desprecie, ni el prudente deje de alabarla».
El propio Cervantes nos habla en el prólogo de sus Novelas ejemplares de su intención de que entretengan porque «no siempre se está en los templos, no siempre se ocupan los oratorios, no siempre se asiste a los negocios, por calificados que sean. Horas hay de recreación, donde el afligido espíritu descanse. Para este efecto se plantan las alamedas, se buscan las fuentes, se allanan las cuestas y se cultivan con curiosidad los jardines».
La lectura es recreación, descanso del espíritu, tanto como un paseo por una alameda llana o por un jardín al arrullo de las fuentes.
Solo porque leer es gozar, solo porque la lectura agrada, complace, entretiene, solo por eso, la lectura está justificada. Pero hay más, mucho más. Emilio Lledó en su ensayo Necesidad de la literatura nos advierte que «los libros nos dan más, y nos dan otra cosa».
Leer es aprender, de nosotros mismos, de los otros y del mundo. Leer es hablar y escribir mejor.
Leer es aspirar al conocimiento: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, un poema de Pedro Mir o de Ida Vitale, un cuento de Juan Bosch o de Jeannette Miller, nos enseñan más de la vida que un sesudo tratado.
Acompáñenme esta tarde en la Feria del Libro a repasar los placeres de la lectura. Si no se llevan de mí, háganlo de Muñoz Molina que nos recuerda que la lectura es nutritiva y saludable «para la inteligencia, la imaginación y la sensibilidad».