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La blanca Arequipa y las palabras

El placer de hablar español a miles de kilómetros de casa

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La blanca Arequipa y las palabras
Una experiencia inolvidable en el X Congreso Internacional de la Lengua Española (X CILE). (FUENTE EXTERNA)

Estoy recién llegada a Santo Domingo de regreso de Arequipa, con la maleta llena de afectos y de ideas, de proyectos y de ilusión renovada.

Quiero compartir con ustedes, mis lectores, que sé que lo disfrutarán conmigo, el inmenso honor que ha supuesto para mí representar a la Academia Dominicana de la Lengua y al Instituto Guzmán Ariza de Lexicografía en el X Congreso Internacional de la Lengua Española que acaba de celebrarse en Arequipa, un encuentro que, como reza su lema, convoca a académicos, periodistas y creadores a un diálogo sobre los grandes desafíos de la lengua española.

He disfrutado de la preciosa ciudad blanca, con su horizonte vigilado por volcanes, sus calles empedradas y sus casonas de sillar; he gozado de sus platos y sus sabores mestizos; y, por encima de todo, he disfrutado de sus palabras, de sus voces, del placer de hablar español a miles de kilómetros de casa con gente venida desde todos los puntos del mundo y que hablan el español como su lengua materna.

Más allá de polémicas estériles, el X CILE ha sido un éxito de organización, de contenido y de seguimiento. Estoy convencida de que las Academias seguiremos cosechando frutos de lo mucho sembrado en Arequipa.

Yo ya lo estoy haciendo. Una semana de lo que me apasiona, de hablar de nuestras palabras, ha bastado para vislumbrar nuevos proyectos y para relanzar los que están en marcha.

He aprendido mucho de las presentaciones académicas y de las charlas amigables de sobremesa. Hoy quiero destacar lo que he aprendido de tres mujeres.

La musicóloga y profesora arequipeña Zoila Vega, novelista, brillante y luminosa, quien me enseñó que música y literatura se reflejan, que el contrapunto musical también puede oírse en la prosa.

Mónica Huerta, picantera, heredera de un universo ancestral de sabores y palabras, que me emocionó hasta las lágrimas con su pasión por lo que hace.

Mónica me descubrió que los batanes del Quijote, un arabismo vivo en nuestra lengua, siguen sonando cerca de los fogones de las picanterías arequipeñas; y mi admirada Soledad Álvarez, ensayista, poeta, quien me recordó los lazos estrechos entre literatura y realidad.

Soledad le rindió homenaje a Mario Vargas Llosa, un  arequipeño a quien la palabra hizo universal, recordándonos que la ficción nos explica mejor la vida y nos ayuda a comprenderla y a mejorarla.

Tres mujeres, Arequipa y Santo Domingo, muchas palabras que las vinculan. Como a ellas y a mí, las palabras de nuestra lengua enlazan la historia, la cultura, la vida y los sentimientos de más de quinientos millones de personas desde tiempos inmemoriales.

Es un privilegio dedicar mi tiempo a servir a las palabras, a estudiarlas, a registrarlas, a gozarlas. Sin embargo, reconozco que hay ocasiones en que me faltan.

No tengo suficientes palabras para expresar y agradecer el afecto con el que he sido recibida en todas las actividades del congreso y por todos los miembros de la Asociación de las Academias de la Lengua Española.

Estoy convencida de que no se trata más que de la extensión del respeto, el cariño y la admiración que todos ellos le profesan a nuestro director, Bruno Rosario Candelier, a la Academia Dominicana de la Lengua y a nuestro país. No me queda más que honrarlos con mi trabajo.

TEMAS -

María José Rincón González, filóloga y lexicógrafa. Apasionada de las palabras, también desde la letra Zeta de la Academia Dominicana de la Lengua.