Irene Vallejo: "Mi próximo libro unirá el ensayo y la novela"
Una conversación con la escritora española sobre el futuro de la lectura, la vitalidad de los libros y la sorprendente travesía que dio origen a su gran obra, "El infinito en un junco"

Esta entrevista empieza con una noticia que no puede esperar al final. Irene Vallejo terminará su viaje de El Infinito en un Junco en la Biblioteca de Alejandría.
¿Puede haber un mejor cierre para una aventura de más de cinco años? Para millones de lectores en todo el mundo esta es la página de cierre perfecta.
Un Doctorado Honoris Causa por Unapec, un conversatorio con bibliotecarios y el Centro León, un diálogo con José Mármol y Mar de Palabras han sido los hitos de su presencia en República Dominicana. Y ahora sí, toca escuchar a esta investigadora y escritora española.
El club de los letraheridos... ¿es un círculo elitista o cada vez son más?
Los libros empiezan siendo propiedad de prestigio y artículo de lujo para reyes, emperadores, sacerdotes, aristócratas, patricios... Y van lentamente expandiendo su radio de acción en un proceso que implica además también la alfabetización de una parte creciente de la población.
Eso ha sido un proceso larguísimo que llegó a ser mayoritario en muchas sociedades en el siglo XX. Hasta entonces siempre eran porcentajes pequeños y todavía no ha terminado porque aún hay países con sectores de la población iletrados y pendientes de que les alcancen los beneficios de la educación.
Es una historia, un recorrido por el tiempo en el que estos objetos, los libros, que parecen tan frágiles y pequeños misteriosamente se van abriendo paso y alcanzando cada vez más personas y más corazones.
¿Le preocupa que los informes digan que las nuevas generaciones de estudiantes tienen menor capacidad lectora?
Oigo muchas veces este tipo de diagnósticos, pero también me pregunto exactamente con qué lo estamos comparando. Porque cuando mis padres eran niños el acceso a los libros era muy difícil.
Ellos no tenían libros propios como he tenido yo o tiene mi hijo en su casa. Sus posibilidades, incluso siendo personas con inquietudes y avidez lectora, eran mucho más difíciles de saciar. Los libros todavía no estaban al alcance de la mayoría de personas.
Entonces... no sé exactamente con qué pasado, quizá un poco idealizado, lo estamos comparando. Porque si estamos contando con las capacidades lectoras de un sector tan pequeño de la población, quizá es un poco injusta esa comparación.
De hecho nunca se habían impreso tantos libros como ahora...
Como historiadora de la lectura diría que en ningún otro momento de la historia ha habido tantas librerías, tantas bibliotecas públicas, tantas editoriales, tanta publicación de libros.
Hasta el punto que todos los años hay que destruir libros porque resulta demasiado caro mantenerlos en los fondos de las editoriales. Tristemente se destruyen porque rebasan la capacidad de las editoriales y de las distribuidoras de almacenarlos.
A mí me gusta ser optimista, soy optimista por naturaleza: veo en las ferias del libro muchos jóvenes buscando a los autores a los que ellos leen y admiran, haciendo largas filas para conseguir sus firmas.
Y veo también que ha florecido el fenómeno de los clubes de lectura.
Muchas veces creados o impulsados desde el entorno digital...
Es algo profundamente esperanzador porque es un acercamiento muy espontáneo a la literatura. Por primera vez no es una imposición dictada por profesores, por ministerios o por instituciones culturales, sino una forma extraordinariamente transversal y horizontal de acercarse a la lectura.
Y en colegios e institutos encuentro clubes de lectura donde se encuentran profesores, padres y estudiantes. En principio son grupos que muchas veces tienen fricciones entre sí y es maravilloso que sean capaces de reunirse para dialogar sobre los libros.
Me da la impresión de que la literatura y la lectura pueden unir generaciones de una forma que en nuestro mundo ya no es tan frecuente. ¿Qué tipo de actividades reúnen a personas de distintas generaciones y los pone a dialogar? ¡En la misma sintonía, con el mismo ánimo!
![[object HTMLTextAreaElement]](https://resources.diariolibre.com/images/2025/11/18/2f3a1362-c89e52ae.jpg)
En su libro deja claro que no le asusta el efecto que pueda tener la cultura digital en la lectura.
Me parece que hay muchos síntomas optimistas junto con muchos retos. Efectivamente la presencia de las redes sociales y de las pantalla determina una forma distinta de leer, quizá más fragmentaria, que distrae la atención constantemente y la hace saltar de un lugar a otro.
Eso favorece las conexiones entre datos e información, pero quizá al precio de profundizar menos en la lectura. Creo que lo ideal sería que mantuviéramos las dos dimensiones, la lectura en las redes sociales y en internet, que nos da tantas ventajas, sobre todo para la investigación, para acceder a información.
Yo creo que si ahora los libros y la lectura fueran una invención reciente, una nueva tecnología, a todos nos parecería absolutamente pasmosa. Es decir, una manera de hablar con los muertos, de viajar en el tiempo.
El infinito en la nube...
Yo todavía recuerdo los tiempos en los que necesitabas ir constantemente a las bibliotecas para acceder o viajar para acceder a enormes cantidades de documentación que ahora están disponibles desde tu hogar en la pantalla, en internet.
Pero también creo que el libro tradicional sigue siendo valioso porque crea una atmósfera y unos hábitos de concentración, de soledad, de reflexión.
De silencio, un poco de inmersión en una calma que es todo lo contrario de lo que nos suministran las pantallas que son espasmódicas, constantemente brillando, moviéndose y de alguna manera parece que intentan hipnotizarnos más que invitarnos a una lectura crítica.
¿Cómo lleva la fama? ¿Qué es el éxito?
Creo que la palabra fama es un poco excesiva. En mi caso, fama la reservaría para las estrellas del pop, de la música, del cine, de las series.
Lo que estoy viviendo digamos que es una situación profesional agitada y un tanto vertiginosa con unas oportunidades que yo nunca me había atrevido a soñar cuando publicaba mis primeros textos periodísticos en el Heraldo de Aragón, en la prensa local de mi ciudad, Zaragoza.
Es que antes de El infinito en un junco yo tuve otra vida en la que estaba a ras de suelo y en la trinchera de la literatura.
Iba a clubes de lectura, a ferias del libro, pero no estoy hablando ni siquiera de la feria del libro de Zaragoza o de Huesca.
Estoy hablando de Tarazona, de Jaca. Era allí donde yo me movía. Iba a muchos institutos y colegios en el mundo rural para reunirme con estudiantes. Durante muchos años yo me moví en los círculos más pequeños.
Allí donde la cultura florece porque hay un grupo de pequeños entusiastas que sin demasiados medios económicos ni posibilidades mueven todo lo que pueden con sus esfuerzos en general bastante idealistas.
Y que son los herederos de aquellos primeros entusiastas que aparecen en tu libro...
De hecho creo que es allí donde se forja El infinito en un junco. En haber conocido todo ese movimiento un poco subterráneo que no suele aparecer en las noticias ni en los titulares, pero donde realmente se construyen también carreras literarias en Aragón.
Es una literatura que está muy viva y que yo creo que se nutre precisamente de todos esos lectores aragoneses que se han forjado en los programas, en los clubes de lectura, en los institutos, en las bibliotecas.
Si estuviéramos hablando de política, sería, en las bases del partido...
Exactamente. Durante muchos años yo me moví allí y no tenía ninguna difusión ni lectores fuera de Aragón.
Así que El infinito en un junco aceleró algo que yo ni siquiera me había atrevido a imaginar que fuera posible y además viniendo de una familia que no tenía ningún vínculo con la cultura ni había habido ninguna persona antes de mí que se dedicara a trabajos artísticos.
Sí, todo ha sido una gran sorpresa y yo creo que he ido mucho más lejos de lo que yo me hubiera atrevido a imaginar en mis fantasías más locas.
Todavía la miro con una sensación de perplejidad y de un poco de irrealidad en algunos momentos. Me parece como si no fuera del todo mi vida, pero hago lo posible por intentar merecérmelo y eso significa aprovecharla para aprender, para preguntar.
Creo que el haber hecho periodismo me ha enseñado una determinada forma de estar en el mundo que es intentar estar muy abierta a todo lo que tengo alrededor y siempre escuchar, preguntar, atender, enterarme, saber lo más posible sobre los países.
¿Qué has aprendido en América?
En realidad el influjo de América empieza a través de la literatura antes de viajar. Porque en España hemos leído tanto la literatura latinoamericana y más todavía mis padres, que cuando yo llegué al mundo ya tenían una gran biblioteca llena de autores latinoamericanos a los que ellos habían leído y amaban.
De hecho, en mi historia familiar está el poeta César Vallejo, del que mi padre le regaló a mi madre su poemario Trilce y ella siempre decía que se enamoró de él en parte por ese libro.
No he conseguido encontrar ninguna evidencia de que mi apellido Vallejo tenga ninguna relación con el de César Vallejo, pero yo lo adopto como abuelo simbólico, ya que de alguna manera le debo la vida.
Mis padres leían mucha literatura latinoamericana con mucha pasión y devoción, y entonces para mí todos esos autores ya estaban presentes antes de viajar.
Mis primeros viajes a Latinoamérica, que fueron con mi padre, eran ya siguiendo las huellas de autores latinoamericanos.
Fui a Argentina con él y atravesamos el país, por supuesto siguiendo las huellas de Borges y Cortázar, pero también fuimos al norte del país buscando la casa donde vivió Horacio Quiroga, en la región de Misiones, donde escribió sus Cuentos de la selva y sus Cuentos de amor, de locura y de muerte.
Quiero decir que toda esa herencia literaria y lingüística ya estaba allí interiorizada mucho antes de los viajes.
Yo digo que cuando vengo a Latinoamérica en realidad me siento en casa porque he leído tanto su literatura que siempre el haber leído los libros de un país hace que cuando llegues haya una cierta sensación de familiaridad, de casa que reconoces.
Reconoces un mundo, reconoces unos ambientes, hasta los nombres de las calles son familiares. Hay allí algo que se ha elaborado de una manera muy profunda y por eso mi afán cuando vengo aquí es conocer más y en las redes sociales constantemente intento invitar a que nos leamos más entre nosotros.
En tus redes pones muchos poemas de otros autores. ¿Cómo las usas, para qué las usas?
Todas las herramientas humanas desde el cuchillo o las tijeras se pueden utilizar bien o mal, para ayudarnos o para agredir. Y con las redes sociales sucede lo mismo, de hecho yo creo que las redes sociales fueron esenciales para el despegue de El infinito en un junco en plena pandemia y confinamiento.
Cuando muchos lectores empezaron a compartir sus comentarios por el libro, formamos una pequeña comunidad en ese momento en que estábamos encerrados y eso hizo que el libro despegase en un momento en el que todo lo demás había caído, ya no había posibilidad de ir a mirar las novedades en las librerías cerradas.
Y para mí fue muy valioso, me hizo mucha compañía en esos momentos sentir que había gente con la que podía hablar de libros y de lectura y que además me estaban leyendo y que hablaban del libro y lo tomaban en sus manos y en su regazo y lo recomendaban, hablaban de él, incluso lo regalaban a otras personas.
Y he ido construyendo una comunidad que me hace sentir muy feliz, muchas veces me ponen entre las manos datos, informaciones, personajes que a veces me inspiran artículos o me ayudan a dirigir mis investigaciones para el siguiente libro
Después de una obra como El infinito de un junco, ¿da vértigo la siguiente obra?
Yo creo que siempre da un cierto vértigo empezar un nuevo trabajo. También sentí mucho vértigo cuando empecé a publicar columnas en el Heraldo de Aragón sin ser periodista y sintiendo un poco que ocupaba un espacio que no era mi especialidad y que tenía que inventar una manera de afrontarlo.
Hablar a otro tipo de lector fue muy pedagógico, yo creo que fue como una segunda carrera en la que aprendí mucho también de comunicación, de cómo escribir para un público tan amplio al que no le puedes, en principio, presuponer conocimientos sobre lo que estás hablando.
Cómo transmites un contenido complejo sin traicionar esa complejidad pero intentando hacerlo asequible para todo tipo de personas.
Y con los caracteres contados, que es el mayor desafío. No puede ser más largo, pero tampoco puede ser más corto. Para mí, el periodismo es un poco como el gimnasio de la escritura. Es mantenerte en forma con una escritura permanente que te pide estar siempre practicando.
¿El éxito acrecienta el miedo?
Sé que tengo un público más amplio que nunca y que espera el siguiente libro y eso me producía un sentimiento de responsabilidad. Pero yo creo que era peor antes.
Era peor cuando ni siquiera parecía posible convertir la literatura o la escritura en mi ocupación profesional y cuando la familia me decía que tendría que buscar un trabajo de verdad.
Y había un poco esa presión de, en el fondo, también las dudas. Porque dices, a lo mejor las cosas no están saliendo porque realmente yo no valgo para esto. Y hasta que no tienes un poco esa validación de los colegas, del público, la pregunta sigue estando ahí, creo que no se resuelve nunca.
Pero bueno, sí que te ayuda a sentirte un poquito más comprendida, al menos, y saber que hay un público... Yo creo que siempre hay que tomar riesgos, estés donde estés y siempre son un poco escalofriantes los riesgos y hay peligros.
Yo también creo que El infinito en un junco lo escribí con una gran libertad por las bajas expectativas.
Nos gusta pensar que solo necesitamos que nos satisfaga a nosotros mismos y que la validación exterior es una forma de dependencia y que tenemos que ser autosuficientes, pero la realidad es que dependemos de los demás.
Y que son las personas que van confiando en nosotros a lo largo de nuestra trayectoria, los que te van demostrando que a lo mejor tiene sentido dedicar tus esfuerzos a la escritura.
¿Cómo será el próximo libro?
Hasta ahora he jugado con muchos géneros. He escrito literatura infantil y juvenil, novela, y ensayo, porque El infinito en un junco es en realidad un ensayo híbrido que se acerca a muchas herramientas de la ficción.
Querría que el siguiente libro fuera un experimento un poquito más audaz, como en el mismo libro, un ensayo y una novela. Jugar un poco cómo llevar todavía más lejos esa hibridación y borrar un poco esas fronteras artificiales entre los géneros.
No dudaste en incorporar partes en primera persona.
Sí, hay partes más periodísticas, de investigación, otras son poéticas, otras en primera persona que son autobiográficas.
Es entender el ensayo como el recipiente en el que todo cabe y jugar un poco al libro de viajes, al texto periodístico, al texto histórico, a la reconstrucción de nuestra parte literaria.
De alguna manera yo intento que todas mis experiencias confluyan en los libros porque yo empecé en el mundo académico, pero tuve que dejarlo.
Y luego entré en el periodismo y al mismo tiempo estaba escribiendo ficciones. Entonces es como un camino que mientras yo lo hacía a mí me parecía muy zigzagueante.
¿Era inevitable, la misma obra lo pedía?
Sí, salía natural pero no tenía la sensación de estar yendo hacia mis objetivos porque solo veía curvas y desvíos en el camino.
Y luego, con El infinito en un junco, resultó que todos esos meandros tenían sentido porque me ayudaban a escribir ese libro, porque eran un cúmulo de experiencias variadas que me permitían... que gracias a ese libro parecieron efectivamente cobrar sentido.
Con el siguiente libro quiero incluso ampliar el espectro porque El infinito en un junco era quizá un poco eurocéntrico, aunque también había Egipto, Oriente, pero me movía en el territorio de mi especialidad, que al fin y al cabo es el mundo clásico y la antigüedad y esas primeras culturas que son las que yo había estudiado.
Ahora espero que todos estos años también de viajes, de contactos, de haber estado en distintos continentes, de haber conocido a tantas personas, me puedan ayudar a abrir un poco más la perspectiva.
Incluso en el libro llegas a hablar del acoso escolar que sufriste.
Eso es curioso porque me acuerdo que tuve debates con mi editor que decía "bueno, ya has tomado muchas decisiones bastante anómalas en este ensayo", pero poner en el centro de un libro sobre los libros una experiencia de acoso escolar le parecía incluso que podía haber ido demasiado lejos y que los lectores no lo iban a entender.
En ese momento, cuando el libro no había salido todavía, nuestro miedo era que les pareciera a los lectores habituales de ensayo demasiado heterodoxo y que a los que no leen un ensayo no les atrajera porque ni siquiera se acercasen al libro.
Parecía que podía ser un libro que se quedase tierra de nadie. Ahora, visto lo que ha sucedido, todas esas apuestas, por suerte encontraron a su público, pero podrían no haberlo hecho.
Cuando conoces a un escritor que está intentando encontrar quien le publique, ¿qué sientes?
Pues me siento muy identificada, me proyecto inmediatamente. Ahora vengo de estar en Monterrey y he tenido encuentros en cuatro universidades de la ciudad con alumnos principalmente de letras, muchos de los cuales quieren dedicarse a la escritura.
Y me decían, "es que no sé cómo conseguirlo". Y yo me identificaba perfectamente con ese sentimiento de no saber cuál es el camino porque lo tienes que inventar tú, dentro de la literatura y de la escritura creativa.
Me hubiera gustado tener más tiempo para hablar con ellos y compartir mi experiencia y decirles que efectivamente ese desconcierto es lo más habitual y que nos sentimos todos así. Incluso las personas que ellos puedan asociar al éxito también se sienten perdidas. Todos hemos recibido muchos noes y muchos rechazos.
Estamos en un mundo en el que lo que se transmite y lo que se cuenta y lo que se comunica son los éxitos y todo lo que mejora tu imagen, y de las luchas y de las decepciones y de las penurias y de la insensatez que a veces nos parece continuar este camino, de eso se habla mucho menos.
Como niña que sufrió acoso y como adulta que ha triunfado, ¿qué les diría a los padres y a los maestros de esos niños o a los acosadores y a los acosados?
Es muy importante que los adultos intervengan. Siempre digo que cuando yo sufrí el acoso escolar no pedí ayuda y posteriormente me di cuenta de que había sido un error, de que en el fondo yo había colaborado con mis agresores ocultándolo todo.
El silencio jugaba a favor de ellos. Claro, y les regalaba impunidad al no hablar con nadie y al permitir que siguieran así.
Y el problema es que enfocamos muy habitualmente el acoso solo a la escuela y a la juventud, a la infancia y a la juventud, cuando en realidad esos acosadores de la escuela que actúan con total impunidad probablemente van a seguir acosando en la vida adulta, en el trabajo, en su pareja, en la familia.
Y cuanto más poder tengan, más heridas van a causar a otras personas. Sí, creo que hay que involucrar a los adultos, hay que pedir ayuda, hay que denunciarlo.
Y sobre todo son muy importantes esas personas que lo ven y no hacen nada, que son conscientes y no intervienen, porque no le dan importancia, piensan que son bromas.
No se dan cuenta del dolor que causan y de esa sensación que producen de que estás fuera de toda la solidaridad del grupo, que todos te han abandonado y que no hay nadie que te apoye.
¿Y que pasará en la Biblioteca de Alejandría?
Me han invitado a la Feria del libro de El Cairo porque se han publicado dos libros en árabe y estamos trabajando en un evento en la Biblioteca de Alejandría.
Tiene que ser como el cierre natural de toda esta etapa de viajes. Es maravilloso, porque es volver al lugar donde en realidad empezó todo. Yo escribí este libro, El infinito en un junco, que es una gran oda a la Biblioteca de Alejandría, sin haber estado en Alejandría.
La antigua Biblioteca ha desaparecido pero hay una heredera contemporánea que es nuestro faro de Alejandría del presente. E indudablemente esta ciudad está todavía envuelta en esa magia. Y para mí visitarla será como estar invitada en el mundo que he intentado retratar en mi libro.
Es maravilloso saber que existe además una comunidad de lectores que creo que experimentamos unas sensaciones y tenemos unos rituales muy parecidos.
Esa otra casa o esa otra vida paralela que es la lectura y que nos permite movernos entre mundos, entrar y salir de esta realidad que habitamos.

Inés Aizpún