Santo Domingo: la capital mundial del derecho por un mes
La magistrada Sonia Sotomayor comparte su experiencia en la Suprema Corte de EE. UU. y su lucha por la equidad en la justicia

Hace ya más de un año de aquella mañana cuando tuve la oportunidad de visitar por segunda ocasión el flamante edificio de la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos. Lo que hacía especial esa visita, sin embargo, era que tendríamos la posibilidad de escuchar de primera mano sobre la carrera profesional y los retos que como mujer y latina enfrentó la magistrada Sonia Sotomayor durante su ascenso a la más alta corte del vecino país norteamericano.
Más alegría producía en mí el hecho de que dicha ocasión la compartía con amigos y colegas queridos de Nueva York, así como otros dilectos juristas, estudiantes de derecho y jueces de la República Dominicana, algunos de los cuales ya son familia.
En mi mente quedan las palabras de la magistrada Sotomayor, y su hermoso mensaje para los jóvenes (y los no tan jóvenes), que deseamos abrirnos camino en el mercado legal más competitivo del mundo, mientras a su vez representamos una minoría en la profesión. Pero sobretodo, siendo un aspirante a estudioso de la jurisprudencia y precedentes de la Corte, y el efecto que la ideología de los jueces tiene en sus decisiones, más agrado me ocasionó escuchar sobre el respeto y la admiración que la magistrada siente sobre su compañero de banca, el magistrado Clarence Thomas, aunque muchos de los casos más importantes los encuentren en lados opuestos de la decisión.
Por eso mi alegría al saber que la magistrada estaría como invitada especial, y sería receptora de un merecido galardón, durante el Congreso Mundial del Derecho, que se celebró en la ciudad de Santo Domingo los días 4, 5 y 6 del presente mes, pues eso significaba que colegas y estudiantes de derecho en el país podrían disfrutar de la sabiduría de la jurista sin tener que tomar un vuelo hacia Washington.
A plena capacidad y con la presencia incluso de destacados jueces neoyorquinos (puntos para UNICARIBE por ese hecho histórico), escuchamos cómo ella respondía a las inquietudes de un grupo de jóvenes que buscaban en su sapiencia las respuestas a los retos que enfrenta el estado de derecho hoy en día.
Pero la primera latina en la Suprema Corte de Justicia es mucho más que eso. Sus decisiones han sido clave para moldear el derecho de los Estados Unidos durante parte de este último siglo, muchas veces desde la necesaria perspectiva de una mujer que vivió desde sus inicios una realidad distinta a la de la mayoría de sus compañeros de banca.
Es por eso que su pluma, en decisiones como Cruz v. Arizona (2023), entre otras, está marcada por una notable empatía hacia grupos minoritarios que al igual que ella, conocen de las injusticias de un sistema que no siempre avanza al mismo tiempo que las decisiones históricas de la Corte.
Es por eso que podemos encontrarla como una fuerte defensora del derecho a la libre expresión en Lane v. Franks (2014), un caso donde la Suprema Corte de Justicia decidió que el testimonio bajo juramento por un empleado público, dado en calidad de ciudadano y como resultado de una citación, estaba protegido por la Primera Enmienda de la Constitución.
De igual forma, la vemos abogar por los derechos de las tribus nativas de los Estados Unidos en Herrera v. Wyoming (2019), donde la Corte decidió que los derechos de caza reconocidos por los Estados Unidos a la Tribu Cuervo mediante el tratado de Fort Laramie de 1868 seguían vigentes, a pesar de que Wyoming pasó a ser un estado de la unión americana en 1890.
Asimismo, la podemos ver abogando por la equidad procesal en beneficio de los inmigrantes en Pereira v. Sessions (2018), donde la Corte, en opinión mayoritaria de la magistrada Sotomayor, decidió que una notificación para asistir a la corte migratoria debe especificar de manera clara el tiempo y el lugar donde se llevaría a cabo la audiencia de deportación, como requisito para poder detener el plazo de diez años de presencia física e ininterrumpida en los Estados Unidos que la ley de inmigración exige para poder solicitar la no deportación.
Ese mismo tono y poderosa retórica discursiva podemos encontrarla en sus opiniones disidentes, muchas de las cuales han sido reconocidas por la academia y la opinión pública. Una de las más recientes es en Trump v. United States (2024), donde la magistrada Sotomayor criticó fuertemente la decisión de la mayoría que reconoció cierta inmunidad presunta en algunas acciones llevadas a cabo por el presidente mientras ostenta la primera magistratura.
La jurista argumentó que la decisión creaba una "zona libre de ley" alrededor del presidente, posicionándolo por encima de la misma, cuando justamente el espíritu es que nadie está por encima de esta. Con igual ahínco defendió la discriminación positiva en Students for Fair Admissions, Inc. v. President and Fellows of Harvard College (2023), argumentando que la decisión de la mayoría de los jueces de declarar inconstitucional las políticas de admisión basadas en la raza de los aspirantes ignoraba la desigualdad racial persistente en la sociedad estadounidense, y advirtió que la misma propiciaría una mayor segregación en la educación superior.
Pero sin lugar a duda, uno de sus más importantes disensos es en Utah v. Strieff (2016), donde la magistrada criticó la decisión de la Corte por razonar que una simple orden de asistir ante el tribunal de tránsito era suficiente para validar evidencia que bajo ciertas reglas procesales debía ser excluida por resultar de un arresto realizado de forma ilegal, reconociendo el impacto que dicha decisión tendría en las minorías raciales estadounidenses y el trato desigual que estas reciben por parte de las fuerzas del orden.
Tema aparte, uno que por su notable humildad y sencillez pasó casi desapercibido, pero que inequívocamente es un titán del derecho estadounidense que nos honró con su visita al país, es William Treanor, decano de la prestigiosa facultad de derecho de la Universidad de Georgetown. En su segunda visita al país, como nos expresara a un grupo de exalumnos congregados la noche anterior por invitación del colega León Patiño, el decano cerraba una serie de visitas que, a manera de despedida, lo llevaron a compartir con el alumnado de diversos países antes de su salida.
Antiguo decano de la facultad de derecho de la Universidad de Fordham en Nueva York, el Dr. Treanor ha dejado un legado incalculable en la enseñanza superior del derecho en los Estados Unidos, posicionando a la facultad de derecho que hoy preside ciertamente no solo como la mejor de la capital estadounidense, sino también como una de las mejores de dicha nación.
Más allá de rankings, hoy en día desacreditados y algunos devenido en impopulares, los resultados de su liderazgo y trabajo constante pueden palparse en un curriculum a la vanguardia de los cambios tecnológicos y políticos globales del nuevo siglo, un profesorado de alto prestigio y renombre mundial, con experiencia clave en el ejercicio del derecho (como la querida Anne Marie Whitesell, directora del programa de arbitraje internacional), y un campus en constante crecimiento y modernización, ubicado en el mismo centro de la toma de decisiones no solo judiciales, sino también políticas.
Durante sus quince años al frente de la facultad de derecho, Dean Treanor logró resultados que posicionaron a Georgetown Law muy por encima de como la encontró en el año 2010. A manera de ejemplo, logró en el año 2020 que la facultad tuviera la clase más diversa de su historia, con un 57% de estudiantes femeninas y 32% de estudiantes de color.
El año anterior a ese logró la mayor recaudación de la facultad en toda su historia, alcanzando casi sesenta y siete millones de dólares en un solo año fiscal y casi cien millones de dólares para el nuevo edificio que se concluirá en el 2028. Pero más noble es la vocación al servicio público que fomentó durante su liderazgo. Hoy en día, casi uno de cada cuatro graduados de la facultad ingresa al servicio público, siendo esta la relación más alta entre las mejores universidades de Estados Unidos. Situación similar ocurre con los aspirantes que ostentan beca Fullbright, siendo Georgetown la mayor receptora de estos.
Sin embargo, el principal resultado de su gestión, y en mi opinión, su mayor éxito, son los miles de testimonios de destacados profesionales del derecho de todo el mundo, que abrazando la filosofía jesuita y el estandarte de excelencia que identifica a esa facultad, han ocupado los más importantes sitiales de las esferas políticas, empresariales, judiciales, no gubernamentales y del ejercicio colegiado del derecho.
En nuestro país, podemos verlo a flor de piel con una batería de exalumnos que incluyen a los ministros de Relaciones Exteriores (anterior al ingreso de Treanor como decano), Presidencia y Educación, y a socios de importantes despachos legales y de consultoría fiscal como Squire, ECIJA DVMS, KPMG, Jiménez Peña, entre otros. Juristas que día a día ponen en alto con su trabajo y ética de servicio el lema de la facultad: "La ley no es más que el medio; el fin es la justicia".