VIDEO | Los últimos 'hibakusha' no olvidan los horrores de la bomba 80 años después
Cuando se cumplen ocho décadas de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, el número restante de 'hibakusha' o supervivientes se reduce a 99,130 personas, una cifra que ha caído por primera vez por debajo de los 100,000
Los últimos testigos del horror de la bomba atómica superan los 86 años de media y arrastran en muchos casos problemas de salud, y aún así siguen dedicando sus vidas a una labor pacifista y antinuclear que ha sido reconocida con el Premio Nobel de la Paz.
Cuando se cumplen ocho décadas de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, el número restante de 'hibakusha' o supervivientes se reduce a 99,130 personas, una cifra que ha caído por primera vez por debajo de los 100,000. Su edad media es de 86.13 años.
"Armas diabólicas que niegan una muerte humana"
"Estaba jugando con mi abuelo y mi hermano menor en el jardín de casa. De repente hubo una luz cegadora, y luego un estruendo", explicó Shigemitsu Tanaka, de 84 años, en una entrevista a EFE el pasado junio.
Tanaka tenía solo cuatro años el día del bombardeo de Nagasaki, y aunque sus recuerdos son escasos, hay detalles que quedaron grabados en su memoria.
"Cada día después de la bomba fue un infierno. Había heridos por todas partes, y era imposible distinguir a los hombres de las mujeres, porque tenían el pelo y la piel quemadas. Muchos estaban cubiertos por gusanos y por moscas poniendo huevos", relata.
Su familia no se vio afectada directamente por el bombardeo gracias a que vivían a 6 kilómetros del hipocentro. Pero sus padres sufrieron problemas graves de salud tras verse expuestos a la radiación y murieron unos años después.
Tanaka contrajo matrimonio con una 'hibakusha' de segunda generación -en muchos casos, los supervivientes se casaron entre ellos tras sufrir discriminación por el estigma radiactivo- y aunque dice gozar de buena salud, explica que sus descendientes han padecido diversas afecciones achacadas a la radiación.
Ha dedicado los últimos años al activismo como copresidente de Nihon Hidankyo, la organización nacional de 'hibakusha' cuyos objetivos principales son la eliminación de las armas nucleares y mejorar la asistencia estatal a los supervivientes a los bombardeos.
En 2024 esta asociación fue galardonada con el Nobel de la Paz "por demostrar a través de sus testimonios que las armas nucleares no deben volver a usarse nunca", según el comité del premio.
"Si se lanza aunque sea una sola bomba nuclear, se desencadenarán represalias que conducirán al uso de otras cada vez mayores. Entonces, este planeta se convertirá en un lugar donde no puede vivir ningún ser vivo. Ningún líder tiene derecho a permitir algo así", afirma Tanaka.
"Es un arma diabólica. La gente no muere como personas, sino que son vaporizadas. Se les niega una muerte digna y humana, y el derecho a ser enterrados por sus familias", señala.
"Cada 9 de agosto, esos recuerdos vuelven a mi mente"
"Recuerdo claramente el momento en que me sobresalté por un estruendo impresionante, un temblor de tierra como nunca antes había sentido. Fue algo tan abrumador que no se puede describir con palabras", relata a EFE Tomoko Matsumoto, de 92 años, y quien tenía 12 años el día del bombardeo.
Matsumoto estaba en casa aquel fatídico día, a unos 2.5 km del hipocentro. Pero su hermana de 16 años se encontraba más cerca de la explosión, y estuvo desaparecida durante dos días tras el bombardeo.
La adolescente regresó a casa el día 11, al límite de sus fuerzas tras recorrer la ciudad y sus alrededores calcinados, entre ruinas y cadáveres y expuesta a la radiación y al implacable sol de agosto. Falleció pocos días después en un hospital local donde no había medicinas.
"Que una chica de 16 años haya regresado en esas condiciones... todavía lo pienso y me conmueve. Solo quería ver a su familia. Probablemente ni siquiera sabía si su casa seguía en pie. Cada vez que se acerca el 9 de agosto, vuelven a mi mente esos recuerdos", cuenta entre lágrimas Matsumoto.
"Solo los 'hibakusha' sabemos lo que es una bomba atómica"
"Hubo sirenas antiaéreas por la mañana y recuerdo ir al refugio antibombas. Estaba allí cuando cayó. En ese momento sonó un estruendo enorme. Salí unas cinco horas después, y al hacerlo quedé expuesto a la radiación. Si hubiera sido menos paciente y salido antes, seguramente habría muerto", explica Matsuyoshi Ikeda, de 87 años.
En el bombardeo murieron su madre, su padre y otros cuatro miembros de su familia. "Perdí el amor materno a los 7 años. Me adoptaron en casa de unos familiares lejanos, donde sólo podía obedecer y agradecer que me ofrecieran un techo", relata.
"La realidad tras el bombardeo atómico no puede ser descrita. No había comida, no había agua, no había adónde ir... Simplemente había que hacer cualquier cosa para sobrevivir, y mejor no quejarte, porque al menos tenías la suerte de estar vivo", recuerda Ikeda.
Este 'hibakusha' rechazó ser etiquetado como tal durante muchos años, debido al estigma que conllevaba. "Nadie te daba trabajo, pese a que no tuvieras enfermedades o heridas visibles. Mucha gente se marchó lejos para huir de la discriminación", afirma.
"Solo los supervivientes sabemos lo que es una bomba atómica. Han pasado 80 años, y necesitamos seguir transmitiendo lo que pasó para que haya más conocimiento sobre ello", destaca.
"Si sabes lo que pasó, sabes que no quieres que vuelva a suceder nunca más", subraya Ikeda, quien padece y duda sobre si le queda mucho por delante.